Fermina Gómez Pastrana, la curiosa y olvidada historia de la primera santera cubana que entregó el secreto de Olokun

Laritza Sánchez

Fermina Gómez Pastrana, la curiosa y olvidada historia de la primera santera cubana que entregó el secreto de Olokun

La historia que les traigo hoy no es solo interesante, sino también característica, identitaria de nuestro pueblo. Cuba es un país marcado intensamente por el sincretismo religioso, es parte de nuestra cultura, parte de nuestra identidad. Aquí se unifican las religiones cristianas con las de culto de origen africano, una mezcla que nos hace ser quienes somos. Conozcamos entonces la leyenda de Fermina Gómez Pastrana, una mujer que dedicó su vida al estudio y la práctica de la religión yoruba, una mujer elegida por los santos para transmitir lo que nunca antes había sido revelado en nuestra Isla.

Nacida el 12 de octubre de 1844, Ferminita, como le decían de niña, fue traída a Cuba junto a su madre para trabajar en las plantaciones de caña. Ambas se convirtieron en propiedad de unos blancos apellidados Gómez, de ahí que recibiera el nombre. Siendo aún una niña, sufre la pérdida de su madre a causa de los duros trabajos a los que eran sometidos los esclavos africanos. Su última voluntad fue que su hija fuera iniciada en los cultos y costumbres religiosas africanas. Así lo cumplieron los familiares que quedaron con el cuidado de la niña huérfana y para iniciarse recibió el llamado Santo Parado, ritual ahora conocido como el asiento de santo. En esta ceremonia se le entrega el Orisha de cabecera de la familia, en este caso Oshún, con una mano de caracoles y Elegguá.

Entre los 25 y los 30 años de edad comienza Fermina su propia entrada por el mundo yoruba, ya que es coronada Oshún por un santero africano conocido como Ño José.

Tiempo después, la conocida santera africana Ma Monserrate González, originaria de Egbado (ciudad que formaba parte del Imperio Oyó) la acoge como su madrina (no conocemos como comienza esta relación) y le transmite todo su conocimiento sobre los Orishas Egbados. Es a manos de Oba Tero (nombre de santo de Ma Monserrate) que Fermina recibe el Olokun, ritual este reservado exclusivamente para los babalawos, convirtiéndose en la primera persona que lo recibía en la Isla. Para aquellos que conocen poco sobre la religión yoruba, Olokun es el orisha del océano y representa el mar en su más temible estado.

Sin embargo, la fuerza y disciplina de Fermina la hicieron merecedora de esta entrega y demostró por muchos años hasta su muerte, ser digna del culto de Olokun. Este legado recibido marca un hito en la historia de la santería cubana, pues con Fermina comienza la larga tradición de entregar este fundamento. De hecho, ella es la responsable de la continuación del culto a Olokun, comienza con ella y evoluciona gracias a ella. De ahí que con frecuencia se diga que “todos los Olokun provienen de la Iyalosha Fermina Gómez”.

Luego, Oba Tero le “viró el oro”, lo que significa ponerle otro santo en la cabeza, en este caso, Monserrate le coronó a Yemayá y Fermina pasó a llamarse Osha Bi (orisha es nacido). Es así como Gómez Pastrana comienza su vida como Iyalosha (madre de Osha, madrina santera) y al ser la primera santera en tierra cubana que recibe el secreto de Olokun, su fama va rápidamente en ascenso. Su inteligencia y carisma le procuraron notoriedad en la ciudad de Matanzas, era íntima de los babalawos más célebres de la época que la respetaban como a una más.

Años después, funda el Cabildo Egbado, donde se practicaba la santería tradicional traída por los esclavos africanos. Muchas cualidades asombrosas se le atribuyen a Osha Bi, entre ellas, el poder de hacerse invisible cuando se encontraba en el cuarto del santo, solo si ella quería, era posible verla. Sus conocimientos sobre la religión yoruba eran irrefutables, era conocedora de los cultos más secretos y su liderazgo en el culto de Olokun la hacía célebre y solicitada en toda Cuba.

Se cuenta que muchos políticos y empresarios de la época se le acercaron para pedirle sus favores. En una de estas visitas, Fermina preparó junto a una sobrina y una ahijada un Olokun enorme, de metro cincuenta de alto, para favorecer a un político en su carrera. Y, como en efecto, lo que Fermina daba nunca fallaba. El político no fue más que en ascenso y estuvo mucho años en la mira pública. Asimismo, miles de cubanos de todas partes asistían a sus ceremonias de Olokun. Las celebraciones comenzaban el 24 de septiembre y duraban tres días, donde se practicaban ritos comunes y ritos solo para aquellos elegidos. Durante las ceremonias se tocaban los Ilú Olokun (tambores del orisha), un ritual comenzado por Fermina, así como ejecutar los bailes para el orisha con máscaras.

Fermina guardaba su Olokun en una habitación cerrada. Su altar se componía de siete telas de distintas gamas de azul, rodeado de arena, estrellas de mar, arrecifes, caballitos de mar disecados, mangle y algunos instrumentos de pesca, todos haciendo honor al orisha. Otro de sus aportes al culto de Olokun y que se mantiene en la actualidad, es dar de comer al santo en alta mar, rito que tenía sus antecedentes en África. La primera vez que lo ejecutó fue en 1944 y asistieron una gran cantidad de babalawos.

Fue tanta la entrega a su Olokun que este le correspondía con una salud envidiable, tanto es así que consagró el santo a su último ahijado cuando este tenía 86 años. La Iyalosha Fermina fallece a los 107 años de edad, el 27 de septiembre de 1950, tras dedicar toda su vida a la religión africana. Dejó este mundo y se unió al Ará Onú, junto a los Eggún y los espíritus del pasado a los que siempre sirvió. Miles de personas asistieron a su ceremonia fúnebre, entre ellas personalidades distinguidas de la época, así como hermanos descendientes de su natal África.

Actualmente, el Cabildo Egbado se ubica en la calle Salamanca 104 entre Mansaneda y 2 de Mayo. Allí, aún podemos ser testigos de los tesoros más preciados de la Iyalosha: su Olokun, su Agogó (campana de bronce de Olokun), los cuatros tambores consagrados al orisha, únicos en toda América, las máscaras empleadas en los bailes, su Yewá y Oduduwá (ambos orishas egbados) y el Shangó de su madrina Ma Monserrate.

Su Olokun ha sido el origen de toda una descendencia. Fermina Gómez, sin dudas, revolucionó la religión yoruba de culto africano.

Por desgracia, todos estos elementos únicos corren el peligro de perderse, pues la estructura del inmueble amenaza con caerse. Se encuentran bajo la custodia de un personaje muy peculiar a quien llaman el Chino y de uno de los descendientes de Fermina, su sobrino y ahijado Alfredo Calvo Cano, quien tiene coronado a Aggayú y se le conoce como Obba Tola. La propia Fermina le entregó Olokun cuando tenía 9 o 10 años. Ahora tiene 76 años y es Oriaté (maestro de ceremonias). Su fama se extiende hasta La Habana.

La Iyalosha Fermina Gómez Pastrana ha dejado un legado lleno de tradición, renovación y dedicación a los cultos de origen africano. Su Ashé perdura en su descendencia, quienes tienen la responsabilidad de nunca dejar morir la herencia de Fermina, una mujer fuerte, inteligente, carismática, digna merecedora de todos los poderes que le fueron entregados.