Leo, un cubano con dos títulos universitarios que vive de vender maní

Redacción

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Leo, un cubano con dos títulos universitarios que vive de vender maní

Cuando los estudios universitarios no valen para llevar a la mesa un plato de comida o para remendar los techos y las paredes de una vivienda que amenazan con venirse debajo de un momento a otro, algunos cubanos como Leo han tenido que renunciar a sus ingenierías o licenciaturas para trabajar en otros oficios que nada tiene que ver con lo que se quemaron las pestañas durante años, pero que indiscutiblemente resuelven más en la Cuba de hoy.

Así le pasó a este cubano, que luego de graduarse como ingeniero agrónomo e incluso cursar una segunda carrera de Socioculturales, terminó caminando por las calles de Pinar del Río con una lata con carbón en su parte inferior, vendiendo cucuruchos de maní en la más occidental de las provincias cubanas.

Para Leo su trabajo no es motivo alguno de sentirse avergonzado, ya que desde niño aprendió como buscarse la vida por él mismo.

Cuando faltaban dos años para que terminara la carrera de Ingeniería Agrónoma recibió la noticia de que iba a ser padre. De inmediato buscó un trabajo particular en un quiosco vendiendo pan con tortilla, mientras trataba de finalizar sus estudios.

En una choza piso de tierra, paredes de guano y sin electricidad ni baño… allí recibió a su primera hija y colgó con orgullo su primer título, el cual creía con todas sus fuerzas que sería la puerta a cambiar su vida.

Leo elabora, tuesta y envasa los maníes que vende. Foto: Alejandro Trujillo

Fue entonces que comenzó a trabajar para el Estado como profesor de Mecanización Agrícola, de Computación y de Física. No obstante, aunque lo llenaron de reconocimientos y diplomas, no pudo hacer nada por cambiar la forma en que vivía y siguió en las mismas pésimas condiciones de hasta entonces… con su titulo colgado en la misma choza con piso de tierra y paredes de guano.

Al ver como todo el esfuerzo del día a día era inútil para salir adelante, se dedicó a llenar fosforeras los fines de semana, mientras de lunes a viernes mantenía su puesto como profesor. Quería mantenerse trabajando en lo que había estudiado, pero la realidad era que las fosforeras eran las que daban de comer a su familia.

Un día se cansó de ver la inutilidad de sus esfuerzos y pidió la baja. Con los pocos ingresos que había juntado se armó un bicitaxi y comenzó a dar pedales por todo Pinar del Río.

Como no quería “embrutecerse” se matriculó en la carrera de Estudios Socioculturales en el curso para trabajadores, ya que estar montado en un bicitaxi el día entero no era precisamente su sueño como profesional.

No se avergüenza en lo absoluto de su trabajo pues con esto ha podido sostener económicamente a su familia. Foto: Alejandro Trujillo

La segunda carrera la venció sin mayores esfuerzos, aunque no cometió el mismo error por segunda vez y en lugar de trabajar para el Estado, se dedicó a vender cucuruchos de maní.

Venció la segunda carrera sin muchos problemas y obtuvo su segundo título. Sin embargo, no cometió el error de juventud de creer que trabajar para el Estado le iba a sacar de la pobreza; y desde 2010 se dedicó a vender maní. Cada cucurucho vendido se convirtió en materiales de construcción para poder construir una vivienda digna a su familia.

En ocasiones se siente triste. Sobre todo cuando algunos lo asumen como un ignorante por el hecho de verlo con una lata vendiendo maní y lo menosprecian. En esos momentos se acuerda de sus dos títulos y se propone volver a trabajar para el Estado… luego recuerda cómo vivía su familia con su sueldo de ingeniero y sigue tostando maní.