Peleas de gallos: el “juego de caballeros” que se resiste a morir en Cuba

Redacción

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Peleas de gallos: el “juego de caballeros” que se resiste a morir en Cuba

Cuando el gobierno cubano tomó la decisión de prohibir las peleas de gallos y comenzó a demoler las vallas, la antigua tradición – que se practicó hasta en los campamentos mambises – se resintió muchísimo

Sin embargo, se resistió a morir y los campesinos cubanos encontraron la forma de seguir peleando sus gallos.

Para los que se rebelaron contra la prohibición, esta era sólo una absurdez más que sólo consiguió marginalizar y convertir en un espectáculo clandestino lo que era una celebración popular.

Los galleros han transmitido sus conocimientos de generación en generación y las peleas, lejos de perderse (por más que las hayan perseguido las autoridades) siguen motivando a gran número de fanáticos y las vallas clandestinas crecen por todo el país.

Peleas de gallos: el “juego de caballeros” que se resiste a morir en Cuba
Entre cervezas, aguardiente, fajos grandes de dinero y al son de la música, se escuchan los gritos eufóricos de los fanáticos

Para los criadores, pelear gallos es mucho más que una forma de ganar dinero. Es un arte de gallardía e ingenio en que se demuestra la valía propia a expensas del contrario.

Así piensa Jorge Félix, un pequeño empresario que posee más de 200 crías de gallos peleadores que lo llenan de orgullo.

Desde criollos, famosos por su valentía en la pelea y que nunca dan un paso atrás, hasta ejemplares importados que ha hecho traer de lejanas tierras para cruzarlos con sus gallos cubanos.

Su objetivo es perfeccionar una raza que mezcle la valentía con la fortaleza, una fórmula ganadora que nada ni nadie pueda derrotar.

Las peleas de gallos corren por las venas de la tradición cubana, “este es el deporte nacional, es lo más popular que hay aquí en Cuba”

A todos los cuida con esmero y vigila su dieta, las horas que pasan al aire libre y, sobre todo, el entrenamiento.

Jorge Félix pertenece al Club Vallístico Arcona, una de las pocas vallas legales que el Estado cubano ha levantado tras décadas de prohibición. Pero confiesa que nada levanta la pasión como las rústicas e improvisadas vallas ilegales.

En parte porque son muchos gallos y galleros para tan pocas vallas “oficiales”. Incluso, hay provincias del país donde no existe ningún espacio legal para pelear gallo.

Así que a muchos no les queda más remedio que sumirse en el clandestinaje para dar rienda suelta a su afición.

El criador reconoce, no obstante, que en las peleas clandestinas se producen muchos actos de violencia motivados por las apuestas; pero se niega a culpar a los gallos de este fenómeno.

Expresa que la inmensa mayoría de los apostadores son personas serias y respetables y que no por gusto a las peleas de gallos se le conoce como el “juego de los caballeros”.

El público que suele acudir a estas riñas de gallos suele ser heterogéneo en edad y clase social o formación

Para él los culpables son los “ambientosos” que frecuentan las vallas para timar a los presentes con juegos prohibidos como el “ciló” y apuestan entre ellos mismos fomentando un clima inseguro que rechazan casi todos los participantes. Si las peleas fueran legales, nada de esto sucedería, asegura.

Algunas vallas ilegales, para evitar la violencia, han llegado a crear sus propios “cuerpos de seguridad” que se encarga de poner en su lugar (con algunos gaznatones incluidos) a los que se niegan a pagar las apuestas perdidas o crean alboroto en el lugar. Una vez identificados y castigados estos molestos personajes, nunca más les dejan pisar una valla.

Estos métodos pueden parecer “excesivos”, pero ante la ausencia de las fuerzas del orden, son los únicos que permiten a los dueños de las vallas evitar incidentes violentos que pongan en riesgo su negocio.

Saben que la policía sabe dónde están, pero las toleran mientras no crucen determinados límites.

Jorge Félix opina que las vallas se deberían legalizar y organizar, porque, después de todo la gente va a seguir peleando gallos.