Las calles de La Habana se han convertido en un gran baño público al aire libre

Redacción

Las calles de La Habana se han convertido en un gran baño público al aire libre

Mientras aguarda por su turno en la cola para pagar la factura telefónica, Yordanka, una mulata bien comida que fuma como si no hubiese un mañana, le cuenta a su amiga que su familia hace las necesidades en jabas que luego arrojan en el tanque de basura.

“Mama el problema es que el baño hay que estar descargándolo a cubos y el agua nunca nos alcanza. Todas las semanas mi marido y yo compramos unas cuantas jabitas de nailon. Hacemos nuestras necesidades y luego las botamos en el latón de la esquina. Estuvimos pensando en comprarnos un tibor, porque la verdad es que no es nada fácil ensuciar en una jaba de nailon: hay que tener tremenda puntería”, cuenta como si fuese un chiste del festival del humor.

Su amiga, entendiendo la situación, le relata como suceden las cosas en su casa:

“Niña yo sé que el tema con el agua está malo. Yo ya se lo tengo dicho a mis dos hijos varones. Después de las nueve de la noche si van a orinar que lo hagan desde el balcón de la casa para afuera”.

No son historias aisladas. Durante los conciertos, carnavales o actividades bailables al aire libre organizadas por instituciones culturales, es muy común ver a hombres y mujeres orinando en cualquier recoveco.

“Cuando se acaban las fiestas que se forman en la Plaza Roja, al día siguiente me tengo que levantar con la escoba en la mano para limpiar el portal y la escalera, porque todo amanece lleno de “meao” y hasta mierda”, cuenta Raquel, vecina de los bajos de un edificio cercano al lugar.

Situado en la Calzada de 10 de Octubre se encuentra el café Pain de Paris, donde en antaño se vendían unos deliciosos dulces y panes franceses. Ahora el sitio funciona como un bar en el que se vende cerveza y en algún momento tuvo su baño habilitado para los clientes. Sin embargo, cuando se empezaron a desaparecer las piezas y herrajes, el baño quedó clausurado y a quienes lo visitan a darse unos tragos no les queda de otra que “resolver” a un costado del café, en plena calle.

“Pura, miré para otro lado”, dice un joven mientras orina al doblar del citado establecimiento.

Las normas estatales establecen que las cafeterías y bares que expenden cervezas deben contar con un baño. Pero lastimosamente, eso es algo que en muy pocos sitios se cumple.

Algunos locales clausurados han sido rescatados como baños públicos. Sin embargo, la higiene de la mayoría de estos deja mucho que desear. Son atendidos por personas mayores generalmente, quienes se buscan lo justo para comprar algunos alimentos al mes y alguna que otra bobería.

“Los cuidadores de baño cobramos un peso por orinar y tres por ensuciar. Lo malo es que después tenemos que cargar los cubanos de agua para echarle a la taza. Nos buscamos algunos pesitos al día, pero la cargadera de agua no es fácil”, cuenta Celia, una anciana que cuida un baño público en la calle Monte.

En las cafeterías y restaurantes en cuc, los encargados de custodiar los baños tiene aromatizantes y hasta muestras de perfume. En un plato o cesta a la entrada, las personas depositan monedas en pesos convertibles.

“He reunido más de 10 CUC en una noche. Pero tengo que estar a la viva, porque los clientes, aunque parezcan decentes, si los dejan cargan con el lavamanos o la taza”, asegura Elsa, custodio de un baño en el Barrio Chino.

El Estado no ayuda mucho a que la situación de los baños público mejore. De hecho, ni siquiera en las principales avenidas existen cestos en los que echar cucuruchos de maní o latas de refresco o cerveza.

Ciudadanos indolentes rayan el transporte público, escriben grotescas frases en las paredes, rompen los teléfonos públicos. A su paso, desbaratan objetos situados en calles, parques y hacen sus necesidades a plena luz del día.