El Gran Teatro Musical de La Habana se despide, hundido en el abandono y el olvido

Redacción

Cuando hace tres décadas las puertas del Gran Teatro Musical, otro emblemático edificio de La Habana, se cerraron al público por un “problema técnico” no podían sospechar los cubanos que el inmueble, de un valor patrimonial incalculable, languidecería en la ruina por la desidia de las mismas autoridades encargadas de su mantenimiento.

Emplazado en la esquina de Consulado y Virtudes, en el corazón de la capital, en la misma parcela donde antaño funcionara el célebre Alhambra, el Gran Teatro Musical de La Habana es hoy un cascarón amorfo cubierto de grafitis que se mantiene a duras penas en pie entre montañas de basura.

Penoso final para un centro cultural que en sus tiempos de esplendor llegó a generar los mayores ingresos de taquilla entre todos los teatros habaneros.

Templo por excelencia del teatro bufo, en el Alhambra se cimentó el gusto de los cubanos por el género costumbrista y sus típicos personajes del chino, la mulata y, sobre todo los del gallego y el negrito.

Está emplazado en la esquina de Consulado y Virtudes, en el corazón de la capital

Más de mil obras pasaron por sus tablas, “adornadas” con las malas palabras de los actores y las picantes presentaciones de las coristas que hicieron que el teatro fuera sólo “adecuado” para el público masculino.

En esos años era el Alhambra un caserón sin estética alguna de apenas una planta pero con una popularidad arrasadora que lo llevó a la más extensa temporada de la historia de las artes escénicas en Cuba: nada menos que 35 años de continua actividad.

Hasta 1935 cuando, sin que nadie se lo esperara, pues apenas se había terminado una función, el edificio se derrumbó.

Tras una reconstrucción que le dotó de un edificio mucho más confortable y equipado con la técnica más moderna reabrió con el nombre de Teatro Alkázar (nombre que presumiblemente heredó del Palacio de los Recreos de la calle Alcalá de Madrid).

Desde entonces y hasta el final de la República alternó las funciones teatrales con las de cine, con preferencias por estas últimas que resultaban mucho más rentables.

Llegó a generar los mayores ingresos de taquilla entre todos los teatros habaneros.

Triunfó la Revolución Cubana de 1959 y volvió a ser clausurado para reabrir tres años después con el nombre de Teatro Musical de La Habana y convertirse en la sede de la compañía del mismo nombre por algo más de una década.

De nuevo sería cerrado por reparaciones hasta diciembre de 1979 en que se le volvió a entregar a la misma compañía dirigida por el reconocido Héctor Quintero.

El Teatro Musical de La Habana se continuó presentando en esa sede hasta su cierre definitivo en la década de 1990.

En ese momento tenía capacidad para 846 espectadores en su sala principal y 66 en el pequeño Salón Alhambra que se destinaba a las presentaciones de cámara.

La compañía de Héctor Quintero ofreció durante los largos años que presentó temporadas en el Teatro Musical de La Habana un ambicioso espectáculo cultural que comprendía teatro, música, danza y clase de arte.

En 1962 abrió sus puertas tras volver a ser remozado y se instauró como Teatro Musical de La Habana

Pero todo terminó el día que las autoridades decidieron clausurar el inmueble por un “problema técnico” para nunca más reabrirlo.

El “problema técnico” que sentenció el Teatro Musical de La Habana fue una falla en la instalación eléctrica detectada por los bomberos: Tres cables que conducían la electricidad al escenario fueron cubiertos

con tape en vez de con el material especial requerido, lo que los bomberos juzgaron inadmisible y ordenaron el cierre hasta que se resolviera el asunto… Y hasta el sol de hoy.

Esa fue la explicación “oficial” del porqué del cierre. Pero la fallecida actriz Zenia Mirabal, quien fuera fundadora del proyecto, aseguraba que lo que en realidad decretó el cierre del Teatro Musical de La Habana fue la censura de las autoridades cubanas de entonces que no estaban para nada interesadas en el género.

Una opinión que comparte el dramaturgo Jorge Milián y que también era la del director del proyecto Héctor Quintero, ya fallecido, quien, en 2012, expresó sobre la decisión de cerrar la sede de su compañía: “El teatro musical por lo general es un género de alegría, pero no siempre. Lo que nosotros hacíamos tenía que ver con lo festivo. Pero y si así fuera, ¿por qué no? Qué cosa más hermosa que darle al ser humano que acude al teatro como espectador, alegría, felicidad, belleza”.

El Gran Teatro Musical de La Habana es otra de las tantas edificaciones capitalinas que cede terrero a la desidia

El Teatro Musical de La Habana era “políticamente incorrecto” – como antes lo había sido el Teatro Alhambra – y las autoridades cubanas no encontraban aceptable que una compañía se expresara artísticamente con un mínimo nivel de independencia.

Y entonces aparecieron “convenientemente” unos cables mal forrados que en 30 años no se han podido cambiar.

Mientras toda la historia del Teatro Musical de La Habana, que es también la del Alhambra y la del Alkázar se va perdiendo, tragada por enormes contenedores de basura y grafitis vulgares porque las autoridades cubanas determinaron hace mucho tiempo que la desidia terminara su obra. Un mal día se derrumbará… y entonces se hará un parque.