La fiebre del oro en Cuba, un negocio subterráneo que deja miles de dólares

Redacción

La fiebre del oro en Cuba, un negocio subterráneo que deja miles de dólares

A sus cuarenta y tantos años, Nicolás tiene un agudizado olfato para los negocios que pueden dejarle unos buenos pesos. No se anda por las ramas, siempre se traza grandes objeticos. Actualmente, en su casa del Reparto Sevillano, analiza cuidadosamente varias piezas y prendas de oro.

Nicolás va conformando pequeños montoncitos de acuerdo a los quilates. “Por lo bajito aquí tengo unos 8000 USD”, dice, al tiempo que sus ojos se abren desmesuradamente. Joyeros como Nicolás, por estos días, persiguen por todos los medios el preciado metal.

El oro siempre ha sido un gran negocio en el mundo subterráneo habanero. Sin embargo, con el paso de los años su valor ha ido aumentando considerablemente al pasar de subir el gramo desde los 300 o 400 pesos, hasta los 1200 o 1500 en la actualidad.

Se ha desatado una verdadera fiebre del oro entre los habaneros, ya que el negocio deja sus buenas tajadas. Los joyeros acostumbran a tener varios contactos en el extranjero que al visitar la Isla pagan el oro al por mayor casi al doble de la inversión realizada.

Richard es un canadiense bastante discreto que, además de viajar a Cuba con frecuencia para disfrutar de sus playas, sus hoteles y su clima, lo hace también para llevarse todo el oro posible.

Conoce como si fuera un cubano más los pormenores del mercado negro en la Isla y, no son pocos los tratos que ha cerrado con numerosos joyeros de La Habana y de otras provincias.

“Yo pago el gramo de oro de 10 a 30 dólares, tengo contactos que a mi llegada ya me tienen comprado el lote”, cuenta Richard, quien prefiere no revelar la forma en que lo saca del país.

Según Mayra, quien trabaja en un aeropuerto, el oro resulta bastante sencillo sacarlo si se hace fundido en joyas o pequeñas láminas.

“Con sacar par de cabezones de 100 dólares, en la Aduana se hacen los de la vista gorda y usted puede sacar hasta un elefante si hace falta”, asegura risueña.

Las leyes cubanas contemplan penas de hasta cinco años de privación de libertad a quienes trafiquen ilegalmente joyas y otros metales preciosos. Además, se imponen multas que van desde los 500 hasta los 1500 dólares.

A finales de los años 80 en Cuba, las joyerías estatales compraban el oro a precio de cochino enfermo. Demetrio, vecino de Vedado capitalino, se deshizo de esta forma de algunas orfebrerías de oro y hasta jarrones de porcelana.

“Ya no. En la calles los joyeros paga mucho más. Con todo el oro que yo le vendí al estado hace años, lo que me dieron fue unos cuantos certificados que me alcanzaron para comprar un televisor, un equipo de música y una lavadora. Fue un robo aquello”, cuenta.

En aquel tiempo, el gobierno compró y cambió por pacotilla, responsables cantidades de oro, plata, obras de arte y porcelana fina. En la actualidad todo es bien distinto, ya la gente no recurre al Estado a vender el oro, sino que se pone en manos del ejército de joyeros privados que existen.

Buena parte de los habaneros se desprendió de las reliquias familiares y se las vendió al Estado. La necesidad de reparar sus viviendas y de tener alimentos en sus neveras, los hizo presa fácil de aquella maniobra del gobierno para sacarles sus valiosas pertenencias.

“Todavía quedan familias que tienen guardadas prendas de oro y que, cuando se siente apretadas, se ven obligadas a venderlas”, cuenta Ramón, un joyero de Centro Habana.

Mientras la gente echa abajo los armarios en busca de alguna prenda de la abuela a la que puedan sacarle unos pesos, los joyeros de la capital sacan sus calculadoras.

“El negocio deja sus buenos pesos. Para fin de año, el precio del oro va a estar mandado a correr. Es en ese momento cuando yo voy a empezar a vender el otro que he ido juntando”, señala Nicolás, que, si algo tiene en la vida, es su excelente olfato para los negocios.