Así luce hoy la ciudad cubana destinada a convertirse en la obra del siglo (+ Fotos)

Redacción

La Central Electronuclear de Juraguá estaba destinada a ser la “obra del siglo” en Cuba… al menos eso le dijeron las autoridades a Pedro Albaladejo para que dejara su humilde casa en Las Tunas y se fuera a trabajar como constructor al lugar.

Desde entonces vive en las cercanías de la llamada Ciudad Nuclear (CEN), un pueblo en medio de la nada que es todo lo que queda de la enorme obra.

Albaladejo afirma que no siempre fue así mientras pastorea su rebaño de chivos. Cuenta que en el pasado la llamada Ciudad Nuclear estaba llena de gente que llegaba a trabajar en el proyecto de la central y había esperanzas de mejoría.

Cientos de apartamentos quedaron sin concluir y hoy solo son un montón de ruinas.

No era para menos, tomando en consideración la magnitud de los recursos que el Estado cubano invirtió en la Central Electronuclear de Juraguá.

Nada menos que 1 100 millones de dólares y 10 000 arquitectos, ingenieros y obreros. Un esfuerzo colosal que ninguna persona en su sano juicio sospecharía entonces que se tiraría por el caño.

La Central de Juraguá fue un empeño del entonces presidente Fidel Castro, quien en 1976 llegó a un acuerdo con la Unión Soviética para construir dos reactores VVER – 400 V316.

Las mismas consignas de la era soviética se encuentran a cada paso en esta ciudad semi fantasmal

Sin embargo, en 1986, el desastre de Chernobyl puso en pausa el desarrollo del programa nuclear soviético y afectó la construcción del reactor en Cuba.

Finalmente la desaparición de la súper potencia comunista terminaría por condenar a la nada el proyecto de construir una central nuclear en Cuba.

De “la obra del siglo” en Cuba quedó sólo un pueblo de estilo soviético, lleno de edificios feos y grises en medio de la nada, cuyas primeras casas se entregaron en 1981. Juraguá estaba destinada a ser una gran ciudad al otro lado de la bahía de Cienfuegos, pero, al detenerse la construcción de la central nuclear la ciudad perdió todo sentido y muchas obras no llegaron a construirse o quedaron a medias.

En los últimos años ha aparecido la venta ambulante como una manera de ganarse la vida en esta olvidada ciudad.

A golpe de piqueta los que se quedaron a vivir en Juraguá han ido “canibaleando” las obras abandonadas para aprovechar las partes útiles. Con paciencia y fuerza, estos “picapiedras”, como los llaman en Cienfuegos, extraen losas, bloques y cabillas de entre las ruinas.

Entre las ruinas destaca un enorme edificio de 18 plantas visible desde todos los puntos de Juraguá.

Albaladejo lo señala y expresa “nada quiere vivir aquí”. Dice que los jóvenes se van a vivir para la ciudad de Cienfuegos o emigran al extranjero pues en Juraguá el único trabajo que hay es de custodio y los edificios están tan deteriorados que “llueve más adentro que afuera”.

Millones de dólares se gastaron en su construcción, pero el reactor nuclear y la ciudad que lo acompaña, son solo una reliquia de la era soviética

En Juraguá residen actualmente unas 9 000 personas cuyas principales fuentes de empleo son una fábrica de tabacos creada tras el abandono final de la Central Nuclear y la agricultura.

Dos ocupaciones que no son precisamente del agrado de los más jóvenes. La mayoría de los vecinos que quedan en la obra del siglo en Cuba viven de la pesca. Lo venden en la ciudad de Cienfuegos y con eso van sacando algunos pesos para poder vivir.

“No hay más na’ que hacer por aquí”, expresa resignado Albaladejo.