Cocodrilos, el intrincado pueblito en la Ciénaga de Zapata que está muriendo por las prohibiciones del Gobierno

Redacción

Cocodrilos, el intrincado pueblito en la Ciénaga de Zapata que está muriendo por las prohibiciones del Gobierno

Cocodrilos es un apartado pueblito ubicado en la zona oriental de la Ciénaga de Zapata, en Matanzas. A pesar de nunca haber sido una comunidad próspera, la situación en la que viven actualmente está haciendo que el pueblo esté muriendo poco a poco.

Por décadas sus habitantes vivieron de la fabricación de carbón. No obstante, cuando la zona fue declarada como Reserva Forestal en 2002, la economía de los habitantes se fue al piso de la noche a la mañana. Sin posibilidades de conseguir empleo y con la imposibilidad de poner en práctica los conocimientos transmitidos de generación en generación, la mayor parte de sus pobladores empacó sus bártulos y se mudó a otros sitios. En el caserío, que en algún momento tuvo más de 400 habitantes, hoy apenas son 100 personas las que viven allí.

Cocodrilo representa una pequeña y distante comunidad ubicada, como dicen sus pobladores, en el corazón de la Ciénaga

Para los más jóvenes no es una opción quedarse en un pueblo sin futuro en el que la una única guagua que pasa siempre está rota. Además, como apenas quedan niños, los pocos que hay tienen que ser enviados por sus padres a casa de algunos parientes para que puedan estudiar en otros municipios.

La mayor parte de los que quedan en el pueblo son ancianos que viven arraigados a las viejas costumbres y que aseguran que ya no tienen edad para intentar abrirse camino en otro lugar.

Casi todos los jóvenes se han marchado de Cocodrilos. Apenas quedan los viejos que se aferran a las costumbres y se niegan a abandonar el lugar. Uno de ellos es Ramiro que, sin embargo, tuvo el buen tino de hacer que sus muchachos estudiaran para que pudieran salir de aquel infierno de mosquitos y se abrieran camino en la vida: Uno de ellos se licenció en Economía en la Universidad de Matanzas y el otro cursa la carrera de ingeniería industrial.

El terraplén que enlaza a Girón con Cocodrilo constituye un peligro para el tránsito en la zona

Julito es uno de los que se ha quedado en el pueblo. Para subsistir se dedica a pescar y con eso saca algunos pesos para poder alimentar a su hija; lo único que le queda en la vida, ya que su mujer falleció hace algún tiempo porque no pudieron conseguir un carro a tiempo que la llevase al hospital.

Bolo, por su parte, dice que Cocodrilos es el único sitio en Cuba en el que, si uno suelta un cochino en el monte no se pierde, porque todo el mundo sabe de quién es. No le preocupa que un ciclón pase y le lleve el techo de su humilde vivienda. Si eso llegara a pasar asegura que “se levanta de nuevo y punto”. De hecho, no aceptó la vivienda que el Gobierno le había asignado en Girón como damnificado, porque él no se irá nunca de Cocodrilos.

A estas alturas no es difícil comprender por qué Cocodrilo constituye hoy un caserío habitado por 43 personas.

La población va envejeciendo y entonces ya la juventud es muy difícil retenerla allí, donde la única fuente de trabajo se simplifica a la sala de televisión, la bodega, el círculo social y el plantero (operador del grupo electrógeno). Ganarse la vida hoy es bien difícil y para colmo, hacer cualquier gestión fuera es un peligro con el estado en que está el terraplén que los une a Girón.

Los que sí se marcharon fueron sus hijos, aburridos de esperar a que un día conecten el pueblo al Sistema Energético Nacional, a que arreglen la guagua, a que creen puestos de trabajo y otras tantas cosas que quizás no lleguen nunca a Cocodrilos; porque después de todo el pueblo ya se está muriendo y no vale la pena invertir en un muerto.

En el último quinquenio se han registrado dos nacimientos en Cocodrilo, pero esta cifra solo indica la dirección en el carnet de identidad de las personas pues en realidad ninguno de esos casos reside allí. Inusualmente las mujeres cuando se embarazan o dan a luz permanecen en este lugar.

En estos momentos el batey está compuesto por un niño, cuatro jóvenes y el resto lo representan personas entre 40 y 80 años.

Para el batey de Cocodrilo la suerte está echada. Su destino permanece atado a un escenario que lo trasciende y se empeña en borrar su nombre de los mapas. Las personas que no lo dejan desaparecer, por ley natural, pronto desaparecerán y justo ese instante marcará nada menos que el fin de la vida en el corazón de la Ciénaga de Zapata.