En plena tormenta por el alza de precios impuesta por ETECSA, el presidente nacional de la FEU, Ricardo Rodríguez, salió en defensa del gobierno en la Mesa Redonda, echándole la culpa a los “enemigos de la revolución” por, según él, manipular el sentir de los estudiantes. Pero la cosa no pinta tan sencilla como la quieren vender en la tele.
Según Rodríguez, los reclamos que han surgido en las universidades no han sido más que inquietudes legítimas, que ciertos sectores han querido “tergiversar con muy mala intención”. Dice que “hay quien está buscando meter cizaña y generar confrontación”, pero asegura que los estudiantes se han mantenido en el marco del respeto y el diálogo.
A su juicio, la FEU ha jugado limpio y leal al proceso revolucionario, y ha canalizado las inconformidades a través de intercambios con directivos de ETECSA, el Partido Comunista, la UJC y hasta ministros. Incluso mencionó reuniones en facultades, llamadas telefónicas con jerarcas del gobierno y una videoconferencia nacional donde se abordaron los efectos del tarifazo en la vida académica.
Rodríguez insiste en que se ha actuado con “visión de respeto” y se ha buscado el consenso antes que el enfrentamiento. También reconoció que las protestas revelan un malestar real dentro del estudiantado, pero dejó claro que la FEU sigue siendo parte del engranaje oficialista.
Sin embargo, más allá de ese discurso conciliador, lo cierto es que las nuevas tarifas han desatado una ola de indignación en redes sociales y universidades de todo el país. Lo que empezó como un murmullo en los pasillos, se ha convertido en una oleada de pronunciamientos que critican abiertamente el impacto negativo del tarifazo en el acceso a internet y, por tanto, en el desarrollo académico.
Esta misma semana, estudiantes de la CUJAE alzaron la voz y enviaron una carta institucional a ETECSA, exigiendo alternativas viables que no afecten el derecho a estudiar. En el texto, dejaron claro que las explicaciones de la empresa estatal no convencen a nadie y que la vida académica se vuelve insostenible con esos precios.
Para colmo, la presidencia nacional de la FEU se metió en camisa de once varas al retractarse de un comunicado inicial donde sí se criticaba el alza. Ese viraje fue visto como un intento de complacer al oficialismo, y desató una avalancha de críticas por parte de estudiantes que sintieron que sus verdaderos intereses quedaron fuera del juego.
El malestar se expandió. La Facultad de Economía de la Universidad de La Habana se pronunció abiertamente, señalando que este aumento atenta contra la equidad educativa. En su declaración, la FEU local exigió mayor inclusión del estudiantado en las decisiones y lamentó la desconexión entre las políticas públicas y la realidad del aula.
Antes de eso, la Facultad de Psicología ya había marcado el paso, denunciando el impacto que las nuevas tarifas tendrán en la calidad del proceso educativo y advirtiendo que el silencio institucional también es una forma de violencia simbólica.
Aunque el vocero estudiantil se esfuerce por mostrar un ambiente de diálogo, la realidad se impone: el tarifazo ha golpeado fuerte incluso a sectores históricamente afines al oficialismo. El estudiantado cubano no se ha tragado la pastilla, y lo está dejando claro en cada pronunciamiento, en cada carta, y en cada debate que hoy sacude las universidades del país.