A veces la vida te da un golpe justo cuando estás dando tu primer paso. Eso fue exactamente lo que le pasó a Yasmeli, una joven cubana que, tras mucho esfuerzo y con apenas 15 días de haber abierto su salón de belleza en Miami, ya ha tenido que enfrentarse a su primer gran obstáculo. ¿Lo peor? Fue robada el mismo día que inauguró. Sí, como lo lees.
Este caso se hizo viral gracias al influencer cubano Dairon Cano, quien compartió el desgarrador testimonio de Yasmeli. Entre lágrimas, la joven contó cómo ha estado luchando sin descanso para echar a andar su pequeño negocio, un salón que más que belleza, quiere regalar esperanza. “Llevo tres meses en esto, pero abrí hace 15 días y nada… no tengo muchachitas para trabajar, el público no viene”, decía con la voz entrecortada.
Pero ojo, que Yasmeli no está pidiendo dinero. No quiere donaciones. Lo que esta mujer necesita es colaboración. “Si quieren trabajar, tengo espacios disponibles para peluqueras, para chicos barberos, para spa… Les abro mi puerta con el corazón en la mano”, explicó, con una sinceridad que ha tocado el alma de miles.
El golpe fue duro: el 25 de marzo, el día que abrió su local, fue víctima de un robo. Se llevaron todo. Herramientas, materiales… y lo que no se llevaron, se lo arrancaron del alma. Pero ella no se quedó tirada. Con lo poco que le quedó (y endeudada con la renta del local), volvió a empezar.
Durante el video, Dairon Cano no solo mostró empatía, sino que la animó con un mensaje que nos dejó a todos con un nudo en la garganta: “Tú verás que van a venir personas aquí, mi amor. Ten fe”. Y vaya que su fe está contagiando a muchos.
La respuesta en redes fue abrumadora. Comentarios desde todas partes del país: gente ofreciendo trabajo, clientas prometiendo visitas, otros compartiendo el video, y hasta personas que no viven en Miami diciendo: “Si paso por allá, te busco”.
Historias como la de Yasmeli nos recuerdan que detrás de cada emprendimiento hay una persona que apuesta todo, incluso cuando tiene poco. Que sí, abrir un negocio es difícil, pero abrirlo siendo inmigrante, sin estatus definido, con miedo e incertidumbre, es aún más duro. Y ahí está ella, firme, llorando pero sin rendirse.
Como muchos dijeron en los comentarios: “Esas lágrimas se van a convertir en alegría”. Y no lo dudamos. Porque mujeres como Yasmeli no se rinden. Luchan hasta más no poder.