Desde una habitación en Cuba, enfundada en una bata blanca y arropada por una pila de billetes, La Cintumbare volvió a hacer de las suyas en redes sociales, demostrando que su irreverencia no se ha apagado ni con deportación ni con fronteras cerradas.
Con esa mezcla de desparpajo y arrogancia que la caracteriza, la influencer cubana soltó su lengua sin filtros:
“¿Cómo les va hablando de mí? ¿Bien? A mí me va mejor”, dijo soltando una carcajada, mientras mostraba una cartera que, según ella, es de Louis Vuitton (aunque muchos siguen dudando).
Pero lo más explosivo del video fue su saludo, cargado de picardía política, al mismísimo Donald Trump:
“Salúdenme a Donald Trump, dile que lo quiero mucho, que nos vemos pronto. Cuando él se vaya, voy pa’ dentro”, soltó entre besos lanzados a la cámara, dejando claro que su deportación no ha apagado su deseo de volver a Estados Unidos.
Deportada, pero no derrotada
Aunque fue enviada de vuelta a la isla hace pocos meses, La Cintumbare no ha mostrado ni una pizca de pena ni nostalgia. Por el contrario, sus redes están repletas de escenas donde presume de una vida que, según ella, es puro lujo y tranquilidad.
Con ese estilo directo, a medio camino entre lo cómico y lo provocador, ha seguido ganando seguidores. Sus publicaciones dividen opiniones, pero lo cierto es que sabe cómo mantener la atención puesta en ella, aun desde una Cuba donde el acceso a internet sigue siendo limitado y la mayoría de los cubanos ni sueñan con tener el tipo de vida que ella presume.
¿Realidad o puro show?
Mientras miles se rompen la cabeza para entender cómo hace para andar con tantos fajos de dinero en una isla sumida en una crisis brutal, ella se ríe, baila, y lanza indirectas a todo el que la critique. No da explicaciones, no se disculpa, y si tiene que provocar, lo hace con gusto.
Sus videos, cada vez más virales, son un reflejo de una Cuba donde las contradicciones se dan la mano: una nación sumida en apagones, carencias y represión, pero donde aún hay espacio para el espectáculo, la polémica y, claro, el circo digital de las redes sociales.
Y mientras el pueblo sufre los rigores del día a día, La Cintumbare parece vivir en una realidad paralela, entre dólares, cámaras y promesas de regresar “cuando se vaya el comunismo”.
