En Moa, Holguín, no cae lluvia: cae veneno. Así lo describen vecinos de esta localidad oriental, donde la actividad minera está convirtiendo la vida diaria en un infierno gris. Una sustancia negra, pegajosa y constante, baja del cielo como si fuera castigo divino… pero es obra del régimen y sus socios.
El testimonio llegó a través del periodista Mario J. Pentón, quien compartió la denuncia desesperada de una vecina que, por miedo a represalias del Estado, pidió mantener el anonimato. Lo que cuenta no es ciencia ficción ni una exageración. Es la rutina de muchos cubanos que respiran polvo de muerte mientras el gobierno calla y cobra.
“Limpias la casa y al rato ya está como si no hubieras hecho nada. Lo que te sale de la garganta es negro. Es como respirar veneno”, confiesa la mujer, con la voz cargada de impotencia.
Una nube tóxica sobre Moa
Detrás de esta pesadilla está la mina de níquel y cobalto Pedro Soto Alba, explotada por la empresa mixta Moa Nickel S.A., un engendro entre el régimen cubano y la compañía canadiense Sherritt. También opera en la zona la planta Ernesto Che Guevara, ambas dedicadas a extraer sulfuros de níquel y cobalto que luego se venden en el extranjero. Negocio redondo para la dictadura, tragedia diaria para el pueblo.
¡Alarmante! Vecinos de Moa denuncian que el régimen los está matando lentamente con la contaminación de la mina de níquel
Mientras los socios internacionales aplauden “los altos estándares de seguridad y calidad”, los residentes enfrentan enfermedades respiratorias, casas cubiertas de polvo y una sensación constante de asfixia. Pero claro, de eso no se habla en los noticieros del NTV.
Industria millonaria, salud en ruinas
El níquel es oro en el mercado internacional. Cuba lo sabe. Desde los años 50, cuando la Nicaro Nickel Company abrió camino, el régimen ha exprimido los yacimientos de Moa como si no hubiera un mañana. Y si la gente se enferma, que se aguante.
Las plantas fueron diseñadas para producir miles de toneladas anuales. Hoy, la dictadura busca aún más. Aprovecha el alza global de precios mientras ignora el costo humano y ambiental que se paga en silencio.
“Nos están matando lentamente”
Eso dicen una y otra vez los vecinos. Y lo repiten como un mantra de desesperanza, porque saben que las autoridades no van a mover un dedo para protegerlos. En vez de ofrecer soluciones, el régimen responde con silencio, miedo y censura.
No hay estudios públicos sobre el impacto ambiental. No hay cifras sobre enfermos. No hay plan de contención. Solo hay polvo, humo y un pueblo asfixiado.
Ecocidio a cambio de divisas
Mientras el castrismo sigue vendiendo al mundo una imagen de “desarrollo sostenible”, en Moa la realidad es otra: una ciudad cubierta de hollín, donde la gente envejece antes de tiempo y respira muerte con cada amanecer.
Y todo por mantener llenas las arcas del gobierno y seguir financiando el aparato represivo que los mantiene oprimidos.
¿Hasta cuándo? Esa es la pregunta que late en cada casa, en cada tos, en cada respiración pesada. Porque en Moa, el cielo no es azul… es gris carbón. Y lo que cae, no es agua: es olvido.