Si algo tienen los cubanos, es corazón… y @yame2331 lo acaba de demostrar de la manera más linda y conmovedora. Esta cubana, que vive en Estados Unidos, ha puesto a más de uno con el nudo en la garganta tras compartir un video en redes donde muestra cómo prepara un paquete cargado de amor y cositas esenciales para su familia en Cuba. Porque sí, detrás de cada envío hay historias de nostalgia, sacrificio y sobre todo, muchísimo cariño.
En el video, Yame aparece con una sonrisa, aunque sus ojos delatan la emoción. Mientras organiza ropa, zapatos, cosméticos, medicinas y productos de aseo, cuenta cómo cada cosa está elegida con amor, pensando en su gente querida allá en la isla. Pero el momento más hermoso es cuando se prueba un pulóver que compró para su mamá y se echa su perfume favorito. “Para que sienta mi olor y me tenga presente”, dice con una ternura que traspasa la pantalla. ¡Dime tú si eso no es puro amor!
Desde que llegó a Estados Unidos, Yame no ha dejado de pensar en su familia ni un solo día. Y aunque se siente orgullosa de poder mandarles algo, confiesa que su mayor deseo no es solo enviar paquetes, sino abrazarlos de nuevo. “Estoy tan orgullosa de mí. Para mí, eso es el orgullo más grande”, dice con la voz entrecortada y lágrimas asomándose. Porque aunque la vida en el extranjero puede parecer mejor, la nostalgia pesa, y mucho.
El video, por supuesto, se ha vuelto viral. No solo por lo que muestra, sino por lo que despierta en quienes también viven la experiencia migrante. Los comentarios están llenos de cubanos y cubanas que se sienten reflejados. “Eso es lo único que nos hace felices, mandarles un paquete”, escribió una usuaria. “Me sacó las lágrimas”, confesó otra. Muchos admitieron haber llorado, porque saben lo que es preparar un paquete lleno de cosas materiales, pero cargado de emociones, recuerdos y amor.
“Ellos con tan poco se conforman”, dice Yame mientras enseña sandalias, champú, esponjas de fregar… objetos sencillos que en Cuba se convierten en tesoros. Y lo dice con una mezcla de alegría y melancolía. “Quien es buena madre, buena hija, buena hermana y buena nieta, todo le va bien en la vida. Yo soy el vivo ejemplo de eso”, añade, con ese orgullo cubano que ni la distancia logra apagar.
Aunque ahora mismo está sin trabajo, Yame no pierde la fe ni las ganas de seguir ayudando a los suyos. “Aquí estoy, feliz, llorosa, pero con el corazón lleno por todo lo que he logrado en tan poco tiempo”, concluye. Y en sus palabras, muchos encuentran un consuelo inesperado, una fuerza compartida y esa certeza de que el amor por la familia es lo que mantiene a tantos migrantes firmes, aunque estén lejos de casa.
Y es que, al final, cada caja que cruza el mar lleva mucho más que objetos: lleva esperanza, abrazos y la certeza de que, aunque separados por kilómetros, el amor familiar sigue intacto. ¡Bravo, Yame, por recordarnos lo que de verdad importa!