Este domingo, la ciudad de Caibarién amaneció con luto y rabia tras la muerte de un hombre que fue atropellado por un carro mientras conducía su moto. El siniestro ocurrió en la intersección de la entrada a Van Troi 2, un punto que muchos vecinos han señalado como peligroso y mal señalizado desde hace años.
Según contaron testigos al medio La Tijera, el motorista no respetó una señal de “PARE”, probablemente por estar poco visible —como pasa en tantas esquinas olvidadas por el sistema— y fue embestido por un auto que circulaba por la vía principal. El impacto fue fulminante. El hombre murió ahí mismo, sin que se pudiera hacer nada por salvarle la vida.
Aunque las autoridades no han dado información oficial, en redes sociales una internauta identificó al fallecido como Antonio, a quien describió como “un gran padre y hermano, querido por toda la comunidad”. Su muerte ha dejado un hueco profundo entre familiares, vecinos y amigos, que no entienden cómo es posible que cada día se repita la misma historia sin que nadie haga nada.
En Caibarién, como en tantos otros rincones de Cuba, la gente vive cruzando calles con miedo, esquivando huecos, sin semáforos y con señales oxidadas o tapadas por el monte. La indignación crece porque el pueblo lleva años denunciando estos peligros y nadie responde, salvo cuando hay un muerto más que enterrar.
Este no es un caso aislado. En lo que va de año, Villa Clara acumula varios accidentes fatales, muchos de ellos con motos de por medio. No es casualidad: en medio de la crisis del transporte, las motocicletas se han convertido en el principal medio para moverse, pero las condiciones del país las convierten en una ruleta rusa sobre ruedas.
Mientras las investigaciones del accidente están “en curso” —como siempre dice el discurso oficial— la realidad es que el verdadero culpable sigue impune: un sistema que no invierte en seguridad vial ni en infraestructura. Los huecos, la mala señalización, el desorden del tránsito y la falta de control efectivo hacen que cada esquina sea una trampa mortal.
Y por si fuera poco, los choques con saldo trágico siguen aumentando. Basta recordar el accidente de mayo pasado, donde cuatro personas murieron y tres quedaron graves tras un encontronazo entre un Peugeot y un Geely en la misma provincia. Todo esto mientras el régimen sigue sin asumir responsabilidades reales, ni dar respuestas concretas para frenar la sangría en las carreteras.
¿Hasta cuándo van a seguir muriendo cubanos por culpa de la negligencia estatal? El pueblo no necesita más promesas ni estadísticas vacías. Lo que se exige es acción, respeto por la vida y soluciones reales. Porque si algo está claro es que, en Cuba, salir a la calle en una moto se ha convertido en un acto de valentía… o de fe.