En un país donde la pobreza se respira en cada esquina, la ministra cubana de Trabajo y Seguridad Social, Marta Elena Feitó, decidió echarle más leña al fuego con unas declaraciones que han dejado a muchos con la boca abierta y el corazón encogido. Desde la antesala del V Período Ordinario de la X Legislatura, la funcionaria no tuvo reparos en estigmatizar a quienes sobreviven en la calle a golpe de ingenio y necesidad, tildándolos de vagos y oportunistas.
Con un tono más cercano al desprecio que a la empatía, Feitó se refirió a los limpiaparabrisas y personas que piden en la vía pública como gente que ha optado por «un modo de vida fácil» para después, según ella, gastarse el dinero “en la esquina” bebiendo ron. Pero no se quedó ahí: también sugirió que muchos de estos ciudadanos están «disfrazados de mendigos». Como si alguien quisiera vivir en la miseria solo por gusto.
Un Parlamento que calla… y otorga
Lo más escandaloso no fue solo lo que dijo la ministra, sino el silencio sepulcral que reinó en ese Parlamento de supuestos representantes del pueblo, donde nadie —al menos frente a las cámaras— tuvo el valor de cuestionar semejante barbaridad. Un silencio que confirma cuán desconectados están estos dirigentes del país real, ese que no sale en la prensa oficial y donde la pobreza ya no se puede tapar con consignas.
Feitó incluso cuestionó que se use el término “deambulantes” para referirse a estas personas, pero evitó cuidadosamente pronunciar la palabra “pobreza”, como si nombrarla fuera a darle más fuerza. Mientras tanto, en la calle, la gente hace milagros con salarios mínimos que no alcanzan ni para medio cartón de huevos.
Criminalizar la pobreza: el nuevo discurso oficial
Este no es un caso aislado. Recordemos que no hace mucho, una magistrada del Tribunal Supremo escribió en Granma una apología punitiva contra los mendigos, sugiriendo medidas más propias de un estado represivo que de un país que presume de «justicia social».
Afortunadamente, dentro del propio Parlamento, diputadas como Arelys Santana Bello alzaron la voz —aunque tímidamente— reconociendo que la vida cotidiana del cubano se ha vuelto una cuesta arriba constante. Pero una frase bonita no compensa la avalancha de insensibilidad que inunda los discursos de quienes dirigen la política laboral del país.
El pobre no es pobre porque quiere, ministra
El problema no es solo lo que dijo Feitó, sino el trasfondo ideológico de un sistema que ya no solo fracasa en lo económico, sino también en lo humano. Un sistema que culpa a los pobres de su propia pobreza, como si fueran “deformes” por pedir ayuda, como si darles unas monedas fuera hacerles daño.
Ese discurso calcado del manual neoliberal más rancio, que ya es lema de la extrema derecha en medio mundo, choca de frente con el supuesto socialismo cubano. ¿Cómo puede una ministra que debe proteger al más vulnerable tratarlos como parásitos sociales?
La periodista Mariana Camejo lo resumió con precisión quirúrgica: criminalizar la pobreza es culpar a las víctimas, y con eso no se resuelve absolutamente nada. Solo se corre el telón para seguir ocultando el verdadero origen del problema: un modelo fallido que reparte miseria pero nunca responsabilidades.
No bajes la ventanilla… ¿para no ver la miseria?
Cuando Feitó llamó a “no bajar la ventanilla” para no “deformar” a los mendigos, no solo pidió ignorarlos, sino borrarlos del paisaje nacional. Pero lo peor es que esa frase retrata la postura general del régimen frente a la crisis actual: cerrar los ojos, taparse los oídos y seguir apretando el mismo tornillo oxidado, esperando que funcione.
Las ventanillas que de verdad hay que abrir son otras: las de las políticas públicas que reconozcan la pobreza estructural y propongan soluciones reales, no cuentos de hadas ni campañas para “no dar limosna”.
La gente no limpia vidrios ni vende jabitas recicladas porque quiere. Lo hace porque el sistema les cerró todas las puertas y luego los culpó por buscar una ventana abierta.
Así estamos: con dirigentes que insultan al pueblo y un pueblo que, aun así, sigue resistiendo a base de inventiva y coraje, mientras ellos, desde sus autos oficiales y oficinas con aire acondicionado, se niegan a mirar por la ventanilla.
Y así, otra vez, el régimen deja claro que su socialismo es solo para los discursos del primero de mayo. En la práctica, lo que hay es represión, abandono y desprecio por los más pobres.