El ministro de Salud Pública, José Ángel Portal Miranda, se apareció este lunes en la Asamblea Nacional con el mismo cuento de siempre, pero más descarado que nunca: el sistema de salud en Cuba está en crisis, pero según él, todo se resolverá… si aparece el billete. Así, sin anestesia, reconoció que lo único que puede salvar a hospitales y farmacias es dinero fresco, preferiblemente en divisa dura.
Durante su intervención ante la Comisión de Salud y Deporte, el ministro soltó una frase que deja frío a cualquiera: “Estos problemas no se resolverán de inmediato, pero reafirmamos nuestro compromiso de buscar soluciones, siempre que el financiamiento lo permita”. Traducido al cubano de a pie: si no entra plata, que cada cual resuelva como pueda.
Un sistema en ruinas y una población al límite
Portal Miranda pintó un panorama digno de una película de terror. Dijo que solo el 30% del cuadro básico de medicamentos está disponible y que hay una crisis estructural que atraviesa todos los niveles de la salud. Mientras tanto, los hospitales colapsan, los médicos se van del país o se cansan de trabajar por una miseria, y los pacientes tienen que inventar hasta una jeringuilla para que los atiendan.
La escasez de antibióticos, analgésicos y hasta sueros es tan grave que solo se consigue lo mínimo gracias a los servicios médicos exportados, esos mismos que venden al extranjero mientras en la Isla no hay ni para bajarte una fiebre.
Pero para el régimen, la culpa es del “bloqueo”
Como es costumbre, el ministro se refugió en el eterno pretexto del embargo estadounidense para justificar el desastre. Ni una palabra sobre la corrupción interna, la falta de control, la mala gestión o la prioridad que le dan al turismo y no a la salud del pueblo.
Y es que en el fondo, el mensaje fue claro como el agua: la salud en Cuba ya no es un derecho, es un privilegio que depende del dinero que entre. Un cambio brutal que pisotea décadas de discurso oficial sobre la «salud gratuita y universal».
Indicadores que meten miedo
El ministro reconoció que la mortalidad infantil subió a 8.2 por cada mil nacidos vivos, superando incluso cifras de países en guerra. La mortalidad materna también se disparó a 56.3 por cada 100 mil partos. Y como si fuera poco, solo el 70% de los hogares de ancianos está certificado. Lo que no dijo es en qué condiciones viven los viejitos que están ahí metidos.
Aunque anunció 13 líneas estratégicas con 33 metas e indicadores (como si fueran juegos olímpicos), también aclaró que no todas darán resultados pronto. Es decir, la cosa va para largo y mientras tanto la gente se muere esperando una pastilla.
La salud pública, vendida al mejor postor
Lo más indignante fue escucharlo decir que los servicios sanitarios dependerán del presupuesto que el Estado pueda asignar. Un eufemismo elegante para declarar lo obvio: la salud en Cuba está secuestrada por la escasez y la improvisación.
Mientras tanto, Manuel Marrero sigue apostando a que el turismo —ese cadáver que no camina ni con bastón— será el salvavidas de la economía. Como si los hoteles llenos de mosquitos y los resorts vacíos pudieran curar la fiebre del niño al que su madre no le puede conseguir ni una dipirona.