El activista cubano Joel Pérez, de 44 años, se llevó un portazo en la cara este miércoles, cuando una jueza de inmigración en Miami le negó el asilo político, a pesar de haber presentado un historial claro de persecución, arrestos y hasta secuestros por parte del régimen castrista.
Antes de entrar a la audiencia, Joel estaba lleno de fe. “Hoy va a ser un día grande para mí”, dijo convencido de que sus papeles y testimonios serían más que suficientes. Llevaba consigo documentos oficiales, declaraciones de testigos, y toda una vida marcada por la represión. Pero nada de eso bastó.
Tras más de dos horas y media de deliberación, la jueza desestimó su caso, alegando —con una frialdad que da escalofríos— que su activismo no representaba un riesgo suficiente como para justificar el asilo.
“Lo que hago diariamente, para ella, no bastó. Dijo que como opositor no tengo ni un 10% de posibilidad de ganar el caso”, contó Joel, frustrado y abatido.
El régimen te rompe, pero EE.UU. no te cree
La abogada de Joel, Rosaly Chaviano, no se quedó callada. Aseguró que el expediente tenía más pruebas que muchos otros casos similares. Pero la jueza puso en duda la autenticidad y vigencia de los documentos, lo cual, según Chaviano, es una táctica ya habitual en los tribunales migratorios cuando se trata de opositores cubanos.
“Descartan citaciones y documentos del régimen por venir de Cuba, y encima dicen que las pruebas son muy viejas. ¿Entonces qué queda?”, denunció.
Peor aún, Joel ni siquiera pudo contar a fondo todo lo que ha vivido. La corte no le permitió exponer con detalle el temor real que siente de regresar a la isla, donde la represión no da tregua y donde la cárcel o la muerte son moneda corriente para los que alzan la voz.
“No pudo hablar de lo que realmente vivió ni de la situación de los presos políticos”, lamentó su abogada.
Indignación en el exilio: “¿Qué más quieren?”
La respuesta de la comunidad cubana en el exilio no se hizo esperar. Catalina Vázquez, del movimiento Clamor de Cuba, calificó la decisión como una burla a todos los activistas que siguen luchando por la libertad desde el exilio.
“Es indignante que, con todas las pruebas, se diga que su activismo representa apenas un 10%. ¿Qué más quieren?”, se preguntó con rabia contenida.
Aunque el golpe fue duro, Joel no piensa rendirse. Su defensa ya anunció que apelará ante la Junta de Apelaciones de Inmigración y, si hace falta, llevará el caso a otras instancias.
Esta vez, el equipo legal planea reforzar su estrategia con pruebas circunstanciales aceptadas en estos procesos: fotos de protestas, testimonios de testigos presenciales, publicaciones en redes y más.
“No todo tiene que ser evidencia directa. Lo que cuenta es el patrón de persecución y el miedo real a volver”, explicó Chaviano.
Otro caso bajo la lupa: Oscar Casanella
Mientras tanto, otro opositor cubano, el científico Oscar Casanella, también enfrenta el mismo drama. El pasado 24 de junio se sentó más de seis horas ante la corte de inmigración en Miami, y su caso todavía está en el aire, sin sentencia.
Ambos casos, y muchos otros que no llegan a los titulares, revelan una preocupante tendencia en los tribunales migratorios estadounidenses: una desconfianza sistemática hacia los cubanos que denuncian al régimen, aunque traigan el expediente lleno de evidencias.