El régimen cubano ha vuelto a agitar la coctelera de las promesas, y esta vez le tocó al primer ministro Manuel Marrero anunciar —otra vez— que “vienen transformaciones” para el mercado cambiario en la segunda mitad de 2025. Pero como ya es costumbre, lo único que se transforma realmente es el valor del dólar en la calle… que sigue subiendo sin freno.
Al amanecer de este viernes 18 de julio, el dólar se disparó hasta los 387 pesos cubanos (CUP), mientras el euro rompía récord al colocarse en los 432 CUP. La famosa MLC, en cambio, siguió su caída libre hasta los 225 CUP, demostrando que ya ni los revendedores de combos creen en ella.
Este sacudón en el mercado informal llegó justo después del discurso de Marrero ante la Asamblea Nacional, donde prometió que ahora sí, “de verdad, de verdad”, el gobierno implementará un nuevo mecanismo para manejar y distribuir divisas. Lo curioso es que ya vamos por la tercera “reforma cambiaria” en tres años, y la gente sigue dependiendo del dólar de la calle para sobrevivir.
¿No habíamos escuchado esto antes?
Claro que sí. En 2022 se habló de una compraventa “fundamentada” de divisas. En 2023 fue el colapso de las CADECAS y las famosas colas infinitas para cambiar 100 dólares. En 2024 se prometía un “mercado flotante”. Y ahora, en 2025, la historia se repite con nuevas palabras y las mismas viejas mentiras.
Marrero asegura que esta vez las empresas estatales recibirán directamente las divisas que generen. Que eso aumentará la oferta y beneficiará al pueblo. Pero el cubano de a pie, ese que no tiene acceso a remesas ni trabaja en una empresa estatal “privilegiada”, sabe que esas divisas no le van a llegar ni en sueños.
El verdadero mercado cambiario está en la calle
Mientras el gobierno sigue dibujando planes que no aterrizan, el pueblo se ve forzado a buscar dólares como sea: para comprar comida, pagar medicamentos, resolver trámites migratorios, o simplemente para no morir de hambre.
Los expertos han sido claros: sin una política monetaria realista, sin acceso equitativo a divisas, cualquier intento de “reorganizar” el sistema cambiario solo aumentará la desigualdad. Pero eso no parece preocupar a los de arriba.
En vez de desdolarizar, Cuba está más dolarizada que nunca. El peso cubano no vale ni para pagar un café aguado, y el régimen insiste en echarle la culpa a “las distorsiones”. Lo que no dicen es que la mayor distorsión es el propio sistema económico, que castiga al ciudadano común mientras los dirigentes viven como reyes.
Ahora, con el dólar a punto de rozar los 400 CUP y el euro coqueteando con los 440, los cubanos ya no quieren discursos ni hojas de ruta. Quieren soluciones reales. Pero el gobierno, como siempre, pide paciencia. Y ya no queda paciencia… ni monedas sueltas en los bolsillos.