El pasado 16 de junio, en vez de celebrar su cumpleaños número 19, Wendy Vega Lores vivió una pesadilla. Esta joven cubana, que llegó a Estados Unidos con la ilusión de convertirse en pediatra, fue arrestada sin previo aviso tras asistir a una audiencia en la Corte de Inmigración en San Antonio, Texas.
La detuvieron justo al salir del tribunal, como si fuese una criminal, a pesar de haber cumplido con todos los trámites legales y de no tener ni una mancha en su historial. Ahora, Wendy se encuentra encerrada en el centro de detención para mujeres migrantes de Karnes, esperando una audiencia para solicitar fianza a finales de julio.
Desde su celda, Wendy confiesa sentirse atrapada en una injusticia que no comprende. “No he hecho nada malo. Vine con un sueño, con ganas de estudiar, de servir. Estaba esforzándome el doble, sacando buenas notas, preparándome para entrar a la escuela de Medicina”, contó en una entrevista para Univisión.
Una historia de esfuerzo truncada por la burocracia migratoria
Wendy llegó a territorio estadounidense junto a su familia, escapando del infierno cubano y buscando una vida digna. Y desde el primer momento, demostró ser una joven ejemplar: terminó la preparatoria en solo dos años, jamás ha cometido una infracción —ni siquiera una multa de tránsito— y este verano pensaba empezar una intensa preparación para poder aplicar a Medicina.
Pero en lugar de aulas y libros, ahora tiene que lidiar con muros, barrotes y noches sin dormir, donde la ansiedad y los ataques de pánico son el pan de cada día. Lo que más le duele es estar lejos de su hermanito de 9 años, a quien extraña con locura.
“Allá adentro ves gente de todas las edades llorando, porque saben que no hicieron nada malo. Es desgarrador ver a tantos atrapados por un sistema que no tiene compasión”, relató Wendy con una mezcla de rabia y tristeza.
¿Qué amenaza representa una estudiante modelo como Wendy?
Los abogados de Wendy insisten en que su detención es absurda y dañina, no solo para su salud mental, sino para su futuro académico. ¿Qué peligro puede representar una joven que sueña con sanar a otros, que se ha dedicado a estudiar, a hacer trabajo voluntario, y que jamás ha quebrantado la ley?
La respuesta, tristemente, parece estar en una política migratoria desconectada de la realidad humana, donde el sentido común y la empatía brillan por su ausencia.
Mientras tanto, Wendy sigue esperando tras las rejas, con la esperanza de que la justicia finalmente le abra las puertas. Lo único que pide es lo que miles de jóvenes en este país dan por sentado: la oportunidad de estudiar, de crecer, de vivir en libertad.
Y pensar que en Cuba, donde nació, tampoco tenía futuro. Y ahora, en el país que prometía esperanza, la tienen encerrada.