El primer ministro cubano, Manuel Marrero, anda celebrando en su cuenta de X como si estuviera repartiendo premios, cuando en realidad lo que ha soltado es una limosna maquillada de reforma: un “aumento” de pensiones que, en la práctica, no alcanza ni para sobrevivir una semana. Según dijo, incluso quienes hoy reciben menos de 1,528 pesos cubanos —una miseria ya de por sí— serán “beneficiados” con ese mismo monto.
Pero la calle no se lo está creyendo.
Mientras Marrero se da golpes en el pecho, las redes sociales arden con comentarios que oscilan entre la burla, el cansancio y la rabia. “Un cartón de huevos es lo que puede comprar un viejito con eso, Manolo”, le soltó un internauta sin pelos en la lengua. Otro no pudo evitar el sarcasmo: “Llevamos 24 horas de apagón, la gente tiene una contentura que mejor ni te cuento. 1,528 pesos, un litro de aceite y dos libras de pan”.
La realidad le da una bofetada al discurso oficial.
El economista cubano Mauricio de Miranda fue claro como el agua: subir las pensiones o los salarios sin que haya un aumento real en la producción nacional o en las exportaciones es simplemente inflar la moneda para que se derrita en inflación. Un dinero que no tiene respaldo, solo sirve para seguir hundiendo el barco.
En un análisis que publicó en su perfil de Facebook, De Miranda explicó que esta medida, como tantas otras del régimen, no ataca el problema de fondo. Es solo otra jugada desesperada para tapar el hueco de siempre, abriendo otro nuevo. Denunció, además, el absurdo gasto en hoteles y turismo —más de 36 mil millones de pesos en 2024— mientras los hospitales se caen a pedazos y las escuelas apenas tienen tiza.
Para el profesor, el modelo cubano está colapsado, y nada de lo que se haga tendrá impacto si no se cambia de raíz. “Esto es como ponerle curitas a un cuerpo que ya está en terapia intensiva”, comentó. Y no le falta razón. En un país donde un pomo de aceite cuesta lo mismo que una pensión entera, cualquier anuncio de este tipo suena más a burla que a alivio.
El sistema de pensiones en Cuba es una injusticia con décadas de arrastre. Miles de trabajadores que dedicaron su vida entera al servicio del país hoy sobreviven con ingresos que dan vergüenza. Gente que fue maestra, médico, ingeniero o científico, ahora tiene que depender de las remesas o de la caridad de sus hijos en el extranjero para poder comer.
Y es que, como bien dijo De Miranda, lo que se avecina con este “aumento” no es una mejora, sino más inflación, más escasez y más mercado negro. Y el pueblo lo sabe. Una mujer de Holguín lo resumió con ironía aplastante: “Eso da para un pomo de aceite y cinco libras de arroz en el mercado informal”.
Otro comentario se fue directo al corazón de la mentira oficial: “Que nadie quede atrás, sí… que vayan detrás todos, pero con la misma miseria”.
El propio Marrero anunció en la Asamblea Nacional el pasado 16 de julio que a partir de septiembre se implementará el incremento para quienes ganan hasta 4,000 pesos mensuales. Pero por muy “positivo” que lo quieran pintar, el ajuste no alcanza para cubrir ni lo básico. En una Cuba donde un cartón de huevos puede costar más de 3,000 pesos, cualquier subida que no vaya acompañada de acceso real a bienes esenciales es puro teatro.
Y encima, todo se sigue vendiendo en MLC.
Sí, porque lo poco que queda —aceite, leche en polvo, detergente, pollo— solo se consigue en tiendas en divisas, una moneda que el gobierno no paga ni cambia a sus ciudadanos. Es decir, el pueblo cobra en pesos, pero tiene que vivir en dólares. Esa fórmula no falla… para empobrecer.
En este 2024, los precios en el mercado negro se han disparado a niveles delirantes. Una simple «file» de posturas de gallina ya cuesta 5,000 pesos, algo que un jubilado jamás podría pagar sin ayuda externa. Y mientras el hambre aprieta, el gobierno sigue hablando de “beneficios” que no existen en la vida real.
Y si alguien duda de la gravedad de la situación, el propio gobierno lo confirmó.
Según datos oficiales, más de 310,000 personas están en situación de pobreza o vulnerabilidad extrema. Y eso es solo lo que reconocen. El primer ministro admitió que la cifra real podría ser mucho mayor. Pero incluso con esa admisión, volvió a lanzar otra promesa vacía: que el salario mínimo también se “estudiará” para subirlo, cuando la economía lo permita.
¿Y cuándo será eso? Nadie sabe. Porque la misma Asamblea Nacional escuchó un día antes que la economía cubana sigue en contracción. Entonces, ¿cómo y cuándo se va a impulsar algo que está en caída libre?
El pueblo ya no come cuento.
Ya no se cree los anuncios rimbombantes ni los discursos con palabras bonitas. Porque en la calle, lo que hay es hambre, apagones, desesperanza y un descontento cada vez más evidente. El régimen puede seguir disfrazando migajas de “logros”, pero la verdad es que la mayoría de los cubanos está sobreviviendo, no viviendo.
Y mientras sigan repitiendo la misma fórmula fracasada, el único “incremento” que veremos será el del descontento popular. Porque en Cuba, la inflación va por el cielo, pero la dignidad del pueblo sigue firme, aquí abajo, plantada, aguantando y denunciando.