La Empresa Eléctrica de La Habana volvió a mover las fichas del tablero este jueves, anunciando una nueva «reorganización» de los bloques de apagones en la capital cubana. Según ellos, esta maniobra tiene como objetivo “disminuir el tiempo promedio de afectación por déficit de energía”. Pero la realidad que viven los habaneros pinta otra historia: más calor, más oscuridad y más desesperación.
Desde su perfil oficial en Facebook, la empresa estatal —esa que responde más a los intereses del régimen que a las necesidades del pueblo— compartió unas imágenes con los nuevos esquemas de cortes, como si eso fuera a traer alivio a una población agotada por años de maltrato eléctrico.
Promesas que no alumbran
Según explicaron, esta vez revisaron los circuitos que hasta el momento estaban “protegidos” por prestar servicios esenciales como hospitales o acueductos, o por ser parte clave del Sistema Electroenergético Nacional (SEN). Ahora, el plan —dicen ellos— es “unificar criterios” para hacer más eficiente la programación.
¿Eficiencia? ¿Dónde?
El nuevo esquema entrará en vigor el viernes 18 de julio a las 10:00 a.m., y, según el organismo, “la estrategia permitirá que al menos un día NO se afecte un bloque”. Como quien dice: “prepárense, que los apagones seguirán, pero con un día de descanso”. ¿Eso es alivio o burla?
El pueblo no se lo cree
A estas alturas, nadie en La Habana confía en esas promesas huecas. Ya en junio, la misma Empresa Eléctrica reconoció que se estaban yendo hasta 19 horas sin electricidad, cuando el cronograma oficial hablaba de solo ocho. Y aunque algunos se esfuerzan en creer que las cosas pueden mejorar, los comentarios en redes reflejan todo lo contrario.
«Nos están tomando el pelo«, comentó un usuario molesto. “Nos pusieron la luz y a los diez minutos la quitaron otra vez. Así no se puede vivir”, lamentó otra vecina en Facebook. Y es que, entre refrigeradores descompuestos, ventiladores apagados y niños sudando en plena madrugada, la paciencia se agotó hace rato.
La crisis no es nueva, pero empeora
Mientras la Unión Eléctrica (UNE) insiste en que están aplicando medidas para “equilibrar” el reparto de los cortes, lo cierto es que el colapso energético sigue su curso, y sin frenos. El pueblo está pagando las consecuencias de décadas de mala gestión, corrupción y abandono institucional.
Y si en La Habana la cosa está fea, en el resto del país la tragedia es mayor. En provincias como Pinar del Río, Granma, Cienfuegos o Las Tunas, hay lugares donde los apagones superan las 24 horas. En Bayamo, muchos ya se han resignado a tener electricidad solo una o dos horas al día. ¿Eso es calidad de vida?
Un país cada vez más a oscuras
La crisis eléctrica en Cuba no es un problema técnico, es político. Es el resultado de un régimen que prefiere invertir en represión, hoteles vacíos y propaganda, antes que en modernizar un sistema energético que hace agua (o mejor dicho, se apaga) por todas partes.
La electricidad en la isla se ha convertido en un lujo, cuando debería ser un derecho. Y mientras los jerarcas del Partido se mantienen fresquitos con aire acondicionado, el pueblo vive entre apagones, mosquitos, alimentos podridos y una rabia que crece con cada hora sin luz.
Cuba no necesita “reorganización de bloques”. Necesita un cambio total de sistema. Porque, como bien dice la calle: “el verdadero apagón lo tiene el país entero bajo esta dictadura”.