En Lagunilla, Cienfuegos, hay un grito que no sale por la boca, sino por los ojos cansados de cargar cubos, por las espaldas dobladas de los viejos y por los cuerpos sudados de los niños. Cien familias llevan siete años sin agua corriente, sobreviviendo entre la desidia, el abandono y el olvido institucional.
“Si tuviéramos a dónde irnos, ya nos habríamos largado”, suelta uno de los vecinos frente a las cámaras, sin adornos ni miedo. Y no es para menos: viven con el alma seca, sin lo más básico para vivir. Agua no hay, pero sí promesas rotas, excusas y un desfile de burócratas que nunca resuelven nada.
Sobrevivir sin agua: la pesadilla cotidiana de Lagunilla
Lo que en cualquier país sería una emergencia humanitaria, en Cuba es una anécdota más que el régimen prefiere tapar. Lagunilla está seca, literalmente. Allí los vecinos caminan kilómetros para buscar agua, cargan cubos desde arroyos, mendigan un poco en casas con pozos y almacenan lo que pueden en pomos reciclados.
Algunas familias ya se han visto obligadas a abandonar sus casas. La vida sin agua no es vida. No se puede cocinar, ni asear a los niños, ni cuidar a los enfermos. Y lo más triste: nadie responde.
“Ilegales”: la excusa del castrismo para no darles ni una gota
Uno de los vecinos, René Figueroa Barriga, denunció que incluso le escribieron a la viceprimera ministra Inés María Chapman. ¿La respuesta? Que eran “ilegales”. Sí, como si no tener papeles fuera excusa para dejarlos morir de sed.
Y por si fuera poco, han seguido cobrando el agua aunque no llegue ni una gota. Cuando protestaron, les prometieron una pipa. Pero esa pipa jamás apareció. Lo que sí aparece, y bien seguido, es una cisterna que entra a una cochiquera cercana, para darle agua a los puercos. ¿Y al pueblo? Nada.
“¿Cómo es que no pueden entrar aquí porque el camino es malo, pero sí llegan hasta los cochinos? Porque allá les pagan”, cuestiona indignado René.
Un acueducto que bota más agua de la que da
La infraestructura está hecha un desastre. En menos de un kilómetro hay al menos siete salideros sin arreglar. Y mientras las casas se quedan secas, el agua se va como río por la calle. Lo irónico: se oye correr el agua, pero nadie la puede usar.
Sin agua, sin escuela y sin comida
El abandono es total. La vecina Maité Miranda Delgado cuenta que no hay transporte, ni pan, ni maestros, ni círculos infantiles. Los niños con bajo peso ya no reciben alimentos especiales. Y cuando llega algo, viene con moho o lleno de bichos, y encima con dos meses de atraso.
“Aquí ya han pasado tres delegados en menos de un año. Todos renuncian. Nadie va a las reuniones porque no sirven para nada. Nos escuchan, pero nos ignoran”, resume Figueroa. La gente está cansada de pedir y no recibir nada.
La “Revolución” no los ve
“La Revolución no nos ve”, dice Maité. Y tiene razón. El sistema que prometía justicia social les ha dado la espalda. Nadie da la cara. Nadie responde. Lo que una vez fue un proyecto agrícola para repoblar el campo, hoy es un cementerio de esperanzas.
La mayoría quiere irse. “Lo que antes fue un sueño, ahora es una estampida”, asegura otro vecino. Y no solo por falta de agua: también por falta de dignidad, de futuro y de respeto.
Una crisis nacional que sigue empeorando
Lagunilla no es un caso aislado. Millones de cubanos viven sin acceso estable al agua potable. El propio régimen lo ha tenido que admitir, hablando de más de un millón de afectados por problemas de infraestructura, falta de mantenimiento y una gestión pésima del recurso.
En muchas provincias, si no hay corriente, no hay agua. Y como los apagones están a la orden del día, la gente vive organizando su rutina según cuándo pueda llenar un tanque. Esto afecta a escuelas, hospitales y hogares, y ha provocado protestas silenciosas que no salen en el NTV.
El modelo de distribución es tan errático que algunas zonas solo reciben agua una vez por semana. ¿Y si ese día no hay luz? Te quedaste sin agua otra semana más.
Un sistema que hace agua por todos lados
El régimen sigue culpando a “la crisis energética” por los problemas de abasto, pero la verdad es que la raíz del problema es un sistema roto, ineficiente y centrado en el control, no en el bienestar de la gente.
El 70 % de los problemas de agua están ligados a los apagones, según cifras oficiales. Pero lo que no dicen es que ese 70 % es el resultado de décadas de abandono, corrupción y falta de inversión.
En Santiago de Cuba, por ejemplo, más de 390 000 personas sufren por la falta de agua. Calles enteras olvidadas, tuberías podridas y autoridades que no dan señales de vida. La escasez de agua en Cuba ya no es coyuntural: es estructural. Y es culpa directa del régimen.