La provincia de Pinar del Río vuelve a encender las alarmas, esta vez por un brote creciente de casos sospechosos de dengue que tiene a cinco de sus municipios en zona roja. En medio del abandono estatal y la crisis sanitaria que azota al país, la salud pública vuelve a tambalearse, mientras el régimen se limita a repartir excusas.
El municipio de San Luis ya fue declarado oficialmente en transmisión activa del virus, según admitieron las propias autoridades sanitarias, aunque claro, lo dijeron en voz bajita y sin mucha bulla para no alarmar. Pero el desastre no se limita a ese territorio. La cabecera provincial tampoco canta victoria: en sus cuatro áreas de salud se reporta un número preocupante de sospechosos, con el policlínico “Hermanos Cruz” marcando la mayor incidencia de toda la provincia.
Los municipios de Guane, Sandino, Los Palacios y Pinar del Río están también en la lista negra de las zonas más golpeadas por arbovirosis. Así lo reconoció el doctor Andrés Villar Bahamonde, director del Centro Provincial de Higiene, Epidemiología y Microbiología, en una entrevista para el medio oficialista Guerrillero. Aunque intentan maquillar la situación, los números no mienten: el mosquito y la desidia estatal están ganando la batalla.
Mientras tanto, en los otros municipios pinareños el panorama tampoco es alentador. Aunque los casos se califican como “aislados”, el riesgo sigue presente y la propagación del virus avanza a ritmo preocupante, impulsada por la falta de condiciones mínimas de saneamiento.
Pero la cosa no se queda solo en el dengue. Enfermedades respiratorias como la influenza, la parainfluenza y el virus sincitial respiratorio también andan haciendo estragos, creando un cóctel perfecto para saturar un sistema de salud colapsado desde hace rato. “Hay que acudir a los servicios médicos”, dijo Villar Bahamonde, como si no supiera que muchos cubanos ya ni pueden contar con que los atiendan como es debido.
Las medidas que se han implementado parecen más un formalismo que una solución real. Hablan de fumigaciones con adulticidas, “bloqueo del febril” en las primeras 48 horas y abatización de tanques bajos dentro de las casas, pero la realidad es otra. La falta de combustible ha paralizado muchas de estas acciones, y el deterioro de los servicios comunales hace imposible un control efectivo del mosquito Aedes aegypti.
El propio Villar Bahamonde pidió a la población que “no deseche el abate”, como si el problema estuviera en la gente y no en la ineficiencia de un sistema que no garantiza ni lo más básico. También sugirió usar hipoclorito de sodio para purificar el agua, sin mencionar que con la falta de suministros, muchos ni siquiera tienen acceso a eso.
Todo esto sucede en un contexto en el que al menos dos serotipos del dengue (el 3 y el 4) circulan activamente, con una alta infestación de vectores. Aunque no se han reportado casos críticos —por ahora—, la mezcla de dengue, Oropouche y virus respiratorios deja a la población vulnerable y desprotegida, especialmente a los más pobres.
El Ministerio de Salud Pública, con su ya conocido tono de “todo está bajo control”, reconoció que el dengue sigue activo en tres provincias, entre ellas Pinar del Río. Pero fuera de sus informes llenos de tecnicismos, la realidad en las calles es otra: el mosquito se multiplica, las enfermedades crecen y el pueblo, una vez más, se queda esperando una respuesta que no llega.
El régimen cubano sigue vendiendo la imagen de potencia médica, mientras en el interior del país los hospitales se caen a pedazos, los recursos escasean y las epidemias se pasean a sus anchas por barrios y campos. El dengue en Pinar del Río es solo una muestra más de cómo la negligencia gubernamental también mata, aunque no salga en las estadísticas oficiales.