La historia de Deivy Alemán Oropesa ha tocado fibras muy sensibles entre la comunidad cubana dentro y fuera de la isla. Este padre, que se autodeportó de Estados Unidos tras recibir una orden de salida de ICE, ahora vive en Cuba en medio de la incertidumbre, mientras su hija menor, ciudadana estadounidense y con una delicada enfermedad cardíaca, lo espera en Florida.
En un video difundido por el periodista Javier Díaz (Univisión 23), Deivy se mostró vulnerable, con la voz entrecortada, describiendo su situación como “los momentos más difíciles” de su vida. “Sin poder abrazar ni apoyar a mi hija, que lo necesita”, confesó entre lágrimas, dejando claro que su mayor preocupación no es él, sino la salud de la pequeña.
Desde que regresó a Palmira, Cienfuegos, Deivy no ha podido conseguir empleo y sobrevive en casa de sus padres. Intenta compensar el dolor con la compañía de su hijo mayor, al que no veía desde hacía más de siete años. Pero en su mente y en su corazón solo existe Orlando, donde su esposa, Yisel Miguel Sarduy, y su hija menor esperan por él con desesperación.
La comunicación familiar, además, está marcada por la precariedad. Las videollamadas dependen de que haya electricidad en Cuba, un lujo que no siempre está garantizado. “Solo podemos vernos por videollamadas, siempre y cuando haya electricidad”, lamentó.
El 14 de septiembre, Deivy salió voluntariamente de Estados Unidos bajo una orden de supervisión migratoria (formulario I-220B), para evitar la detención y deportación forzosa de ICE. Pero su decisión lo dejó atrapado en una encrucijada: lejos de su familia, sin trabajo y con pocas esperanzas de un regreso rápido.
Del otro lado, Yisel intenta ser fuerte, pero en un video compartido también por el periodista, no pudo contener las lágrimas. Contó que cada vez que alguien toca la puerta, su hija corre a ver si es su papá. El médico que atiende a la niña ha advertido que un desbalance emocional podría empeorar su condición. El mensaje de Yisel fue claro y desgarrador: “La niña necesita a papá”.
La historia ha despertado una ola de solidaridad entre cubanos en EE.UU., que se han ofrecido para ayudar con alimentos, alojamiento y cuidado de madre e hija. Sin embargo, la reunificación depende del proceso de petición I-130 que Yisel presentó. Ese trámite puede tardar hasta dos años, a menos que el caso se atienda por razones humanitarias.
Mientras tanto, Deivy sigue esperando desde Cuba, sin poder sostener económicamente a su familia, aferrado a la esperanza de que alguien escuche su súplica. “Solo quiero regresar con ellas lo antes posible”, dice, como un grito desesperado de un padre que no se resigna a estar lejos de su hija enferma.