El gobernante Miguel Díaz-Canel volvió a hacer promesas que huelen a cuento. Este jueves aseguró que la Central Termoeléctrica Antonio Maceo, conocida como Renté, en Santiago de Cuba, alcanzará “estabilidad” antes de que termine 2025. La misma planta que se ha convertido en el espejo del desastre del Sistema Electroenergético Nacional (SEN).
Durante una visita oficial, el dirigente habló de garantizar mantenimientos de calidad en las unidades 3, 5 y 6 y de “seguir recuperando potencia” para aliviar el consumo en la recta final del año. Incluso aplaudió el esfuerzo de los trabajadores eléctricos y defendió su estrategia de combinar parches en las termoeléctricas con la construcción de parques solares.
Pero la historia que viven los cubanos no se parece en nada al discurso del Palacio. Renté arrastra una cadena de averías, incendios y hasta muertes que han convertido su nombre en sinónimo de crisis.
Una planta que se apaga más de lo que enciende
El 24 de septiembre, la unidad 5 de Renté volvió a salirse del sistema por un salidero en la estación de agua, apenas días después de haber reincorporado su generación tras otro fallo en el horno. Como si fuera poco, esa misma semana estalló un incendio en los grupos electrógenos de fuel oil que obligó a movilizar bomberos y puso en jaque la seguridad de toda la planta.
Un mes antes, la tragedia golpeó fuerte: Carlos Rafael López Ibarra, joven operador de apenas 33 años, sufrió quemaduras en casi todo el cuerpo durante un arranque de la unidad 5 y falleció poco después. Su muerte dejó marcado al colectivo obrero, mientras el régimen seguía hablando de “recuperar potencia”.
Los reportes oficiales también reconocen que la unidad 3 se desconecta constantemente por fallos técnicos, dejando al oriente cubano a oscuras una y otra vez.
Apagones interminables, promesas vacías
Mientras Díaz-Canel vende esperanzas, la propia Unión Eléctrica admite déficits que superan los 1,700 megawatts en horario pico, con cortes que duran todo el día en varias provincias. Hay familias que reportan apagones de más de 20 horas seguidas, una situación insostenible que está asfixiando la vida diaria.
El regreso intermitente de unidades como Renté 5 apenas sirve para maquillar la crisis, pero no resuelve nada. Los especialistas lo tienen claro: se trata de un sistema obsoleto, sin piezas de repuesto y exprimido por más de 40 años de explotación.
La visita de Díaz-Canel a Renté fue otro intento de propaganda, una foto para aparentar control en medio de un país en penumbras. Pero la realidad es más fuerte: neveras desconectadas, hospitales a oscuras, niños haciendo tareas a la luz de una vela y barrios enteros sin electricidad durante casi todo el día.
Hablar de “estabilidad” en una termoeléctrica que acumula averías, incendios y muertes laborales es más que un chiste de mal gusto: es una muestra del abismo que separa el discurso oficial de la realidad de un pueblo que sobrevive entre apagones e incertidumbre.