La Habana se convirtió en el último refugio de Joanne Deborah Byron, más conocida como Assata Shakur, quien falleció este 25 de septiembre, según informó el Ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX). La nota oficial fue breve, señalando que la muerte se debió a su edad avanzada y problemas de salud, sin mayor detalle.
Shakur era una figura que cargaba décadas de polémica entre Estados Unidos y Cuba. La fugitiva estadounidense había sido buscada durante años por el asesinato de un policía en Nueva Jersey en 1973, y su extradición era un reclamo constante de Washington que La Habana siempre ignoró. En 2013, el FBI la incluyó como la primera mujer en la lista de terroristas más buscados, con una recompensa de dos millones de dólares por su captura.
El crimen que marcó su destino
Nacida en 1947, Chesimard se involucró desde joven en la lucha del movimiento Pantera Negra, organización político-militar creada en 1966 y disuelta en 1982. Tras un matrimonio y posterior divorcio, adoptó el nombre de Assata Shakur y se consolidó como miembro activo de la agrupación.
El 2 de mayo de 1973, durante un control de tráfico rutinario, Shakur y dos cómplices abrieron fuego contra los oficiales James Harper y Werner Foerster, quienes les habían dado la señal de alto por un faro trasero apagado. En el enfrentamiento, perdió la vida Zayd Shakur, acompañante de Assata, y el agente Foerster. Chesimard fue arrestada, juzgada y condenada a cadena perpetua por el asesinato del policía.
En 1979 protagonizó una fuga de la prisión de máxima seguridad de Hunterdon County, Nueva Jersey, y vivió como prófuga en Estados Unidos hasta 1984, cuando logró llegar a Cuba y recibir asilo político, una protección que mantuvo hasta su muerte.
Décadas de tensión diplomática
El caso de Assata Shakur se convirtió en un punto de fricción constante entre Washington y La Habana. El Congreso estadounidense exigió su extradición en varias ocasiones, desde 1998 hasta 2025, sin éxito. Durante el gobierno de Donald Trump se insistió en la devolución de la fugitiva, e incluso se habló de posibles intercambios de espías y fugitivos, que finalmente no se concretaron.
A lo largo de los años, políticos de ambos partidos y diversas agencias estadounidenses presionaron a La Habana para entregar a Shakur, pero el régimen cubano siempre defendió su estancia como la de una perseguida política, mientras que para el FBI era considerada una criminal peligrosa. Organizaciones como Black Lives Matter, en cambio, la vieron como un símbolo de resistencia negra frente a la injusticia.
Se estima que más de 70 ciudadanos estadounidenses buscados por la justicia residen actualmente en Cuba, entre ellos figuras como William “Guillermo” Morales, implicado en el atentado de Fraunces Tavern en 1975. Con la muerte de Shakur, el gobierno cubano deja claro que durante décadas supo proteger a fugitivos estadounidenses, convirtiendo a la isla en un refugio seguro frente a la presión internacional.