En medio del rebrote de dengue y chikungunya que sacude a Matanzas, el régimen cubano intenta dar una imagen de control improvisando soluciones de emergencia. Una de ellas fue la habilitación de una nueva sala anexa con unas 100 camas en la Universidad de Ciencias Médicas de la provincia, destinada a aliviar el colapso del Hospital Pediátrico Eliseo Noel Camaño.
Según el doctor José Hernández Hernández, director de asistencia médica de la instalación, “se habilitaron cien camas y hay algunas más de reserva por si la situación empeora”. Explicó que el local cuenta con suministro de agua, limpieza y un pequeño equipo administrativo que prepara y distribuye alimentos. Todo suena muy organizado, pero en realidad este tipo de medidas deja en evidencia la precariedad del sistema sanitario, obligado a usar espacios universitarios como hospitales improvisados.
Madres de los menores ingresados aseguran que el personal médico hace lo posible por atenderlos. “Maravilloso en todos los sentidos, los doctores pendientes todo el tiempo de los niños”, dijo Carmen Regla González, madre de un paciente. Sin embargo, la entrega del personal contrasta con la falta de recursos y condiciones, consecuencia directa de un sistema colapsado y de un gobierno más enfocado en el discurso que en resolver los problemas reales.
El caos sanitario ha sido tan grande que incluso fue necesario traer una brigada de médicos desde Pinar del Río para apoyar a los profesionales matanceros en el Pediátrico y en el Hospital Julio Aristegui Villamil de Cárdenas. A esto se suman estudiantes de quinto año de Medicina que, sin haber terminado su formación, prestan apoyo “multidisciplinario” en la atención a los menores. “Somos 45 compañeros entre médicos generales, enfermeros y pediatras, y no descansaremos hasta ver a cada niño recuperado”, comentó la residente pinareña Cándida Solano Ramos, mostrando una dedicación que contrasta con el abandono institucional.
Mientras tanto, el Ministerio de Salud Pública (MINSAP) finalmente reconoció esta semana la muerte de tres personas por dengue en lo que va de 2025. Es la primera admisión oficial del régimen tras semanas de negaciones, manipulaciones y censura ante reportes ciudadanos que denunciaban múltiples fallecidos, sobre todo en Matanzas.
La viceministra Carilda Peña García fue quien dio la noticia ante los medios oficialistas, pero —como ya es costumbre— omitió detalles básicos como las edades, las provincias o las causas clínicas de los fallecidos. Esa falta de transparencia refuerza la sensación de que el Gobierno esconde la verdadera magnitud de la crisis sanitaria.
Peña también confirmó que en Cuba circulan tres arbovirosis activas: dengue, chikungunya y fiebre de Oropouche. Dijo que el dengue afecta ya a 12 provincias, mientras el chikungunya se expande a ocho, con sus primeros brotes detectados en julio en Matanzas. En cuanto a la fiebre de Oropouche, aseguró que está “en fase de descenso”, aunque sin ofrecer pruebas.
El discurso oficial intenta aparentar control, pero la realidad dice otra cosa. El propio MINSAP ha impuesto el ingreso domiciliario para pacientes sin comorbilidades, una medida que ha generado denuncias de personas abandonadas en sus casas, sin atención médica ni medicinas. Peña admitió además que los recursos de fumigación son limitados y que se priorizan “solo las zonas con transmisión confirmada”, lo que equivale a dejar a medio país sin protección frente al mosquito.
Estas declaraciones se producen justo después de semanas de contradicciones dentro del mismo aparato estatal. El 8 de octubre, el epidemiólogo Francisco Durán negó públicamente cualquier muerte por dengue, y al día siguiente el ministro José Ángel Portal afirmó que “no hay muertos ni casos graves”. Sin embargo, la admisión de tres fallecimientos deja en ridículo a ambos y demuestra que en Cuba la información sanitaria se maneja como secreto de Estado.
A pesar de los discursos, el pueblo vive otra realidad: hospitales saturados, reactivos en falta y colas interminables para ser atendidos. Mientras los funcionarios se felicitan entre ellos en televisión, médicos, pacientes y familias enfrentan un sistema colapsado por la desidia y el abandono.