Un fuerte aguacero azotó en las últimas horas el poblado de Cecilia, en el municipio de Guantánamo, provocando la crecida del río y encendiendo nuevamente las alarmas entre los vecinos de la zona. Las imágenes que circulan muestran el agua metiéndose en las casas y calles convertidas en riachuelos, una escena que ya se ha vuelto demasiado común en la región oriental del país.
El medio oficialista Periódico Venceremos reportó que tanto las autoridades como los residentes “adoptaron medidas para evitar daños humanos y materiales”. Sin embargo, detrás de esa frase tan reciclada de la prensa estatal, lo que se esconde es la falta de infraestructura y prevención que vuelve a poner en peligro a decenas de familias cada vez que cae un aguacero.
El vicepresidente del Gobierno Municipal, Rider Enrique Mastrapa Laborit, aseguró que la situación estaba “bajo control”, aunque reconoció que el caudal del río aumentó de forma considerable. Lo que no dijo —y todos en Guantánamo saben— es que cada lluvia fuerte deja estragos, porque las alcantarillas no sirven, los ríos no se dragan y el mantenimiento brilla por su ausencia.
Hasta ahora, las autoridades no han ofrecido información precisa sobre la magnitud de los daños ni si hubo evacuaciones. El silencio oficial se repite como en cada emergencia: mucha consigna y poca transparencia.
El deterioro de las condiciones meteorológicas en la región oriental se ha visto agravado por años de abandono en las infraestructuras hidráulicas. Los sistemas de drenaje están colapsados, las comunidades siguen sin protección efectiva y cada temporada de lluvias se convierte en una pesadilla. Vecinos de Cecilia cuentan que ya ni se sorprenden: “cada año es lo mismo, el río crece, el agua entra en las casas y después vienen con promesas que nunca cumplen”.
Mientras tanto, el primer secretario del Partido en la provincia, Yoel Pérez García, orientó —como si eso resolviera algo— a los dirigentes municipales “mantenerse vigilantes ante las lluvias” y comunicarse entre ellos para “evaluar la situación”. Palabras vacías que no tapan huecos ni evitan inundaciones, sobre todo en municipios como Caimanera, Niceto Pérez o San Antonio del Sur, donde los daños por las lluvias son ya una rutina.
El municipio de Guantánamo, cruzado por varios ríos como el Guantánamo, el Guaso y el Sabanalamar, sigue sufriendo las consecuencias de un régimen que no invierte en obras públicas ni en prevención real. Lo que antes era una lluvia fuerte, hoy se convierte en una amenaza. Y todo por culpa de un Estado que lleva más de seis décadas mirando para otro lado, dejando que el agua siga arrastrando no solo casas, sino también la confianza de un pueblo cansado de vivir bajo el agua y bajo el abandono.