El régimen cubano mantiene detenido al ciudadano chino Zhi Dong Zhang, más conocido como Brother Wang, uno de los capos del fentanilo más buscados por la DEA. Su presencia en la isla destapó un episodio tan inusual como incómodo para el Gobierno de La Habana, que siempre ha presumido de no tener vínculos con el narcotráfico, aunque la realidad, como siempre, parece ir por otro lado.
Según reveló el diario El País, el poderoso narcotraficante fue recapturado el 11 de julio de 2025, tras fugarse de Ciudad de México, donde esperaba su extradición a Estados Unidos. Su huida incluyó paradas en México y Rusia, y terminó en Cuba, adonde llegó con un pasaporte falso después de ser rechazado por las autoridades rusas. Ahora, el hombre se encuentra bajo interrogatorio del régimen, mientras La Habana coordina discretamente con México los pasos para su eventual entrega.
Fuentes citadas por el medio español aseguran que México espera que, una vez termine el “interrogatorio” en la isla, el detenido sea extraditado directamente a territorio estadounidense, aunque en estos procesos donde el Gobierno cubano mete la mano, nunca se sabe qué tan transparente será el desenlace.
La detención de Brother Wang coloca al castrismo en una situación extraña y llena de contradicciones. Mientras el régimen insiste en que Cuba no tiene narcotráfico, su captura demuestra lo contrario: la isla no solo puede servir de refugio temporal para fugitivos internacionales, sino también de punto ciego en el mapa del crimen organizado.
Aunque Cuba mantiene convenios con la ONU y ha tenido contactos limitados con la DEA, los casos de grandes capos capturados en su territorio son casi inexistentes. Por eso, esta detención sacude la narrativa oficial, justo en un momento donde el régimen busca lavarse la cara ante la comunidad internacional y distraer la atención de su profunda crisis interna.
El Gobierno cubano ha querido vender el caso como una muestra de su “eficiencia policial”, pero lo cierto es que la captura reaviva el debate sobre el nivel real de complicidad del Estado con redes criminales que operan en el Caribe. No sería la primera vez que Cuba sirve de escondite para personas buscadas por la justicia extranjera, todo mientras el discurso oficial sigue repitiendo que “en el país no hay drogas ni corrupción”.
Según la investigación de El País, Zhi Dong no es cualquier traficante. Desde 2016 lidera una red internacional de narcotráfico con presencia en América, Europa y Asia, aliada de los temidos cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación. Se le acusa de haber coordinado el envío de más de 2,000 kilos de fentanilo y 1,000 kilos de cocaína a Estados Unidos, además de lavar unos 20 millones de dólares a través de más de 150 empresas fantasma.
Su fuga de México, tras haber sido beneficiado con arresto domiciliario, desató un escándalo político que llegó hasta la propia presidenta Claudia Sheinbaum, quien denunció la corrupción judicial que permitió la escapatoria. Ahora, su recaptura en Cuba vuelve a colocar el foco sobre un régimen que prefiere jugar a la neutralidad mientras saca tajada de todo lo que le conviene.