Mientras en Cuba recomiendan quemar cáscaras de naranja para espantar mosquitos, los cubanos en el exilio están haciendo lo que mejor saben: resolver. Desde Estados Unidos, sobre todo desde Miami, están enviando a la isla lo que allá escasea más que la gasolina: medicinas y mosquiteros. Sí, esos simples objetos que pueden marcar la diferencia entre enfermar o sobrevivir en medio de una crisis sanitaria que ya se salió de control.
En los últimos meses, el dengue, el chikungunya y el oropouche se han propagado como fuego en caña seca. Las autoridades de salud en Cuba admiten que circulan al menos nueve virus al mismo tiempo, mientras los hospitales se llenan y las farmacias lucen vacías. Ante eso, los cubanos en el exterior no se cruzan de brazos. Según un reporte de Telemundo 51, las agencias de envío en Miami están trabajando a todo tren para despachar cajas repletas de medicamentos, repelentes y mosquiteros.
“Ahora mismo lo que más se está mandando son medicinas y mosquiteros para protegerse del mosquito que transmite la enfermedad”, explicó un trabajador de una de estas agencias al canal local. Y no es para menos: en la isla, los precios del mercado informal están por las nubes, y conseguir una simple pastilla para la fiebre o un antibiótico puede convertirse en una odisea.
La situación sanitaria ha llegado a un punto crítico. La viceministra de Salud Pública, Carilda Peña, reconoció que el primer brote de chikungunya se detectó en Matanzas y que ya hay tres muertes confirmadas. Sin embargo, lo que más indignó a los cubanos fue su “solución alternativa”: recomendó quemar cáscaras de cítricos para ahuyentar al mosquito. Una idea que muchos en redes calificaron de absurda y desesperada, reflejo del colapso del sistema de salud cubano.
Desde La Habana, los testimonios son desgarradores. María Margarita, recién llegada a Miami, describió la situación como “malísima”. Otros viajeros entrevistados contaron que padecieron los síntomas del chikungunya: fiebre alta, dolor en las articulaciones y pérdida del apetito. Enfermarse en Cuba hoy es un lujo que nadie se puede permitir.
La basura acumulada, el mal estado del alcantarillado y la falta de insumos médicos agravan el panorama epidemiológico. Pero, como siempre, el cubano se las ingenia. Desde el exilio, las familias envían no solo medicamentos, sino también esperanza. En cada paquete viaja un pedacito de alivio, una muestra de amor, y una forma de resistencia frente a la desidia de un sistema que hace tiempo dejó de funcionar.
Mientras el gobierno apela a soluciones “creativas”, los cubanos en el exterior siguen haciendo lo que toca: cuidar a los suyos desde lejos. Porque si en Cuba escasea todo, lo que nunca falta —ni dentro ni fuera— es la solidaridad.










