El régimen cubano ha vuelto a sacar su vieja carta propagandística con una nueva ofensiva nacional “contra las drogas”, una campaña que intenta tapar el sol con un dedo mientras el consumo y el tráfico crecen en casi todo el país. Según el Ministerio del Interior (MININT), las acciones se desarrollaron simultáneamente en Pinar del Río, Holguín y La Habana, bajo el eslogan “Contra las drogas se gana”.
Las fuerzas del MININT y la Policía Nacional Revolucionaria aseguran haber “reforzado controles” en carreteras, terminales y puntos clave, con la ayuda de perros entrenados. En su discurso de siempre, el ministerio advirtió que en la isla “no hay, ni habrá espacio para las drogas”, prometiendo consecuencias “reales y contundentes” para quienes se atrevan a desafiar la narrativa oficial.
En Pinar del Río, dicen haber intensificado la búsqueda de sustancias ilícitas, mientras en Holguín celebraron la octava edición de la operación nacional “Contra las drogas se gana”. Hubo detenciones en Urbano Noris, Mayarí y Holguín, junto con advertencias a supuestos implicados. Todo esto, según el régimen, forma parte de una “estrategia integral” que incluye hasta controles en farmacias y charlas educativas en escuelas.
Mientras tanto, las Tropas Guardafronteras patrullan las costas de Gibara y Guardalavaca, en un intento por mostrar que el Gobierno tiene el control. En La Habana, la Universidad de las Ciencias Informáticas (UCI) acogió una charla sobre los “riesgos del consumo y tráfico de drogas”, con la presencia —cómo no— de miembros del Partido Comunista y el Órgano de Enfrentamiento Antidrogas, quienes repitieron el discurso de “tolerancia cero”.
El MININT insiste en que esta lucha “no es solo tarea de las autoridades, sino responsabilidad de todos”. Sin embargo, la realidad en las calles pinta otro panorama. El régimen presume de ser un país libre de drogas, pero los operativos, arrestos y decomisos crecientes demuestran lo contrario.
Fuentes independientes apuntan a que el consumo entre jóvenes ha aumentado considerablemente, impulsado por la desesperanza, la pobreza y la falta de futuro. En redes sociales, muchos cubanos han criticado la campaña, calificándola como otro intento de distracción propagandística, enfocada más en la represión que en la rehabilitación o la prevención real.
Mientras la dictadura se jacta de sus “victorias morales”, la gente vive entre el hambre, la crisis y el desamparo. Y es precisamente esa miseria generada por el propio sistema la que empuja a muchos jóvenes a buscar escape en lo que puedan. El régimen culpa a las drogas, pero el verdadero veneno está en el poder que los oprime.










