La Universidad de Oriente (UO), una de las instituciones más emblemáticas de la educación superior cubana, vive días de luto y desconcierto tras una cadena de muertes sin explicación entre sus estudiantes, profesores y trabajadores. Desde el 1 de octubre hasta hoy, se han reportado al menos ocho fallecimientos, un hecho que ha conmocionado a la comunidad universitaria y generado un fuerte reclamo de transparencia.
La activista Yamilka Lafita Cancio (Lara Crofs) denunció el suceso en redes sociales, cuestionando el silencio de las autoridades: “Familias rotas, internautas preguntando: ¿de qué murieron? Ni la universidad ni el Ministerio de Educación Superior responden. Dicen ‘descanse en paz’ y ya”, escribió en Facebook, visiblemente afectada.
Entre las víctimas se encuentran profesores reconocidos y jóvenes estudiantes, algunos menores de 30 años: Raudel de Armas Louis, Beatriz Carmenaty Corona, Luis Enrique Vicet Castellanos, Pedro Antonio Rodríguez Fernández, Elio Hermis Castellanos Caballero, Santiago Parra Boffil, Mario Trenard y Lara Saint Félix.
Censura digital y silencio institucional
El desconcierto crece en los pasillos universitarios, donde —según denuncian estudiantes— los administradores de la página oficial de la UO borran los comentarios que exigen explicaciones. Las publicaciones se limitan a mensajes de condolencia, sin ofrecer detalles médicos ni epidemiológicos.
“¿Casualidad o el secretismo de siempre?”, preguntó Lafita, recordando que en Cuba los temas de salud pública suelen tratarse con total hermetismo, sobre todo cuando podrían revelar un brote o una mala gestión sanitaria.
En medio del silencio, circulan rumores sobre un posible vínculo entre estas muertes y la crisis epidemiológica que afecta a toda la región oriental, donde han resurgido con fuerza el dengue, el chikungunya y el virus de Oropouche.
Una universidad golpeada por la crisis sanitaria
La Universidad de Oriente, con más de 75 años de historia y unos 11 mil estudiantes matriculados, ha sufrido de lleno los efectos del deterioro sanitario. Desde el verano, los reportes comunitarios alertan sobre el avance del dengue y otras arbovirosis en Santiago de Cuba, agravado por la falta de fumigación, el desbordamiento de basura y la escasez de medicamentos.
Médicos locales —que prefieren no identificarse— aseguran que los hospitales de la ciudad están colapsados, con carencia de camas, ambulancias y tratamientos básicos. El propio Ministerio de Salud Pública (MINSAP) reconoció en octubre que se reportaron más de 13 mil casos febriles en una sola semana, aunque evitó precisar el número de fallecidos.
Fuentes independientes, en cambio, sostienen que las cifras reales son mucho mayores y que Santiago figura entre las provincias más golpeadas por el repunte de enfermedades transmitidas por mosquitos.
Un cálculo que revela la magnitud del problema
Si se extrapolaran los datos de la UO —ocho muertes entre unos 11 mil miembros de la comunidad universitaria— al total de la población cubana (unos 9,7 millones, según la ONEI), la cifra equivaldría a más de 7 mil muertes en un solo mes.
Y si se toman las estimaciones del demógrafo Juan Carlos Albizu-Campos, quien calcula que la población real ronda los 8 millones debido al éxodo, el resultado sería de unos 5,800 fallecimientos en el mismo período.
Aunque el ejercicio es puramente hipotético, ilustra la gravedad potencial de una crisis sanitaria que el régimen prefiere esconder bajo el silencio. Expertos advierten que, de confirmarse un patrón semejante, “sería alarmante incluso en contextos de guerra o pandemia”.
Mientras tanto, el pueblo cubano continúa atrapado entre la desinformación, el colapso hospitalario y el miedo, en un país donde morirse sin saber por qué se ha vuelto parte del día a día. En la Universidad de Oriente, el luto se respira en los pasillos… y el silencio oficial se oye más fuerte que nunca.










