El régimen cubano asegura que la ayuda internacional por el huracán Melissa llega “directa” a los damnificados, pero la realidad en las calles es otra. El ministro de Comercio Exterior y viceministro, Óscar Pérez-Oliva Fraga, declaró en la Mesa Redonda que los recursos enviados por Naciones Unidas, gobiernos europeos y organizaciones internacionales se entregan sin intermediarios, supuestamente a través de los Consejos de Defensa.
Según Pérez-Oliva, 11 millones de dólares del plan de acción de 74 millones ya se activaron, cuatro de ellos para “logística de pre-posicionamiento”, y destacó contribuciones de Alemania, Noruega y Canadá. Aseguró que los suministros no pasan por almacenes estatales, sino que se distribuyen directamente a los damnificados.
Pero los testimonios que circulan en redes sociales pintan un panorama completamente distinto. En Santiago de Cuba, una de las provincias más afectadas por Melissa, decenas de vecinos aseguran que nadie ha recibido ningún paquete de ayuda del Estado. “A esta fecha ningún santiaguero ha recibido nada del gobierno, ni sardinas, ni leche, ni medicinas”, denunció una internauta, reflejando el sentir general de la población.
Los pocos apoyos visibles provienen de iglesias, ciudadanos organizados, emigrados y Mipymes locales, quienes han distribuido alimentos y artículos básicos por iniciativa propia. “Ustedes no saben lo que es inmediatez”, escribió otra persona, recordando cómo en crisis anteriores las donaciones terminaban almacenadas o revendidas en comercios estatales.
Hasta ahora, el gobierno no ha presentado evidencia verificable de la supuesta entrega directa de ayuda. Mientras tanto, la recuperación en las zonas afectadas depende casi por completo del esfuerzo comunitario y la solidaridad ciudadana.
Los reportes desde Santiago indican que muchos barrios siguen sin electricidad, con cables y árboles caídos. Según la Empresa Eléctrica, solo el 24% de la población provincial tiene servicio. A esto se suma la escasez extrema de alimentos, con bodegas vacías y vecinos improvisando su alimentación, mientras la falta de refrigeración dificulta conservar los pocos productos disponibles.
“El pueblo está decepcionado. No esperamos que la ayuda humanitaria llegue a nuestras manos”, resumió un residente, dejando en claro la profunda desconfianza hacia las promesas oficiales y la incapacidad del régimen para garantizar transparencia y eficiencia en momentos críticos.










