En medio de la peor crisis económica en décadas, con apagones diarios, inflación descontrolada y un sistema financiero que hace agua por todas partes, el Gobierno cubano decidió abrir la Feria Internacional de La Habana (FIHAV 2025) con un discurso lleno de optimismo. Sí, optimismo… aunque a estas alturas cueste encontrarlo. La intención del régimen está clara: atraer inversiones extranjeras y, por primera vez, seducir directamente a la diáspora cubana para que suelte divisas.
Durante el VIII Foro de Inversiones, el viceprimer ministro y ministro de Comercio Exterior e Inversión Extranjera, Óscar Pérez-Oliva Fraga, se lanzó a asegurar que Cuba ahora es un entorno “más moderno, ágil y transparente” para hacer negocios. Incluso afirmó que los cubanos residentes en el exterior tendrán las mismas oportunidades que cualquier inversionista foráneo. Un discurso que suena bonito, pero que llega con una sombra muy reciente.
Y es que, apenas unos días antes, ese mismo Gobierno impuso un “corralito” financiero que dejó congeladas las cuentas en divisas de empresas extranjeras y misiones diplomáticas. Ni repatriar fondos, ni transferencias, ni retiros. Nada. Así que mientras en FIHAV hablan de transparencia, del lado de los bancos lo que hay es bloqueo total. Una contradicción que deja ver la urgencia del régimen por captar dinero a toda costa, aun cuando los propios inversionistas no pueden sacar ni un dólar.
Pérez-Oliva —sobrino nieto de Fidel y Raúl Castro, detalle que nunca falta— reconoció que Cuba atraviesa “dificultades financieras”. Pero inmediatamente trató de compensar la confesión asegurando que el país “avanza con pasos firmes” en la modernización económica. Según sus cifras, existen 376 negocios activos con 40 países, 56 proyectos dentro de la Zona Especial de Desarrollo Mariel y 32 nuevos proyectos aprobados solo en 2025, con un valor que supera los 2,100 millones de dólares.
Mientras tanto, el periodista oficialista Lázaro Manuel Alonso compartió en redes sociales los detalles más “atractivos” de la nueva política: más flexibilidad para contratar fuerza laboral, pagos en divisas, libre comercialización mayorista, acceso a combustibles en moneda dura, posibilidad de gestionar instalaciones estatales subutilizadas e incluso una cartera de más de 400 oportunidades de inversión. En resumen: “vengan, que ahora sí van a poder trabajar tranquilos”. O al menos eso prometen.
Pero el entusiasmo oficial choca de frente con la realidad financiera del país. La semana pasada, las empresas extranjeras fueron notificadas de que no podrán mover ni un centavo de sus cuentas. Y por si fuera poco, el cuerpo diplomático recibió el mismo mensaje: sus fondos tampoco están garantizados para transferencias ni retiros. Como parche improvisado, el Gobierno ofreció abrir “cuentas reales” alimentadas desde el exterior, pero varias compañías denunciaron que tampoco han logrado retirar dinero desde ahí. Más incertidumbre imposible.
A esto se suma la advertencia pública del Gobierno de Estados Unidos, que calificó al sistema económico cubano como un “entorno amañado” para beneficiar al régimen y sus allegados. Nada nuevo para quienes llevan años lidiando con impagos, cambios de reglas repentinos y contratos manipulados.
Así que mientras Cuba pide confianza, las señales que envía van en la dirección opuesta. El propio Pérez-Oliva reconoció que el país vive “semanas difíciles” tras el paso del huracán Melissa y en medio de una crisis energética que mantiene a varias provincias con apagones que superan las 10 horas diarias. Aun así, asegura que FIHAV demuestra la “voluntad” del Gobierno y menciona sectores como el turismo y las energías renovables como motores de recuperación.
Pero la realidad del cubano común es otra: mercados vacíos, salarios que desaparecen en días, inflación sin freno, transporte colapsado y un sistema eléctrico al borde del colapso. Mientras el Gobierno habla de modernidad y oportunidades, la población lidia cada día con una supervivencia básica.










