Pipas, pozos y corrupción: la verdad del agua en Cuba que te dejará frío

Redacción

Si hay algo que en Cuba se ha vuelto casi mítico —como el pan suave, la gasolina o un salario que alcance— es abrir el grifo y que salga agua. Sí, agua. Ese recurso básico que en cualquier país debería ser rutinario, en la isla se ha transformado en un acto de fe. Y no exagero: en muchas provincias, el agua aparece cuando quiere, como quiere y solo si tienes suerte… o conexiones. Literal.

En miles de comunidades, las familias viven pendientes del sonido del camión cisterna. Las famosas pipas se han convertido en salvavidas diarios y, al mismo tiempo, en una de las principales señales del desorden que reina en el sistema hidráulico del país. La realidad es triste: la cantidad que asigna el gobierno no basta ni para cubrir lo esencial y las reparaciones oficiales, cuando llegan, son remiendos temporales. Así lo confirma el Food Monitor Program (FMP), que lleva años documentando lo que para los cubanos ya es pan de cada día.

El problema no es solo técnico, sino humano. O mejor dicho: de corrupción. En barrios de todo tipo se repite la misma historia: empleados de Acueducto y Alcantarillado “resuelven” conexiones ilegales a cambio de más de 50 mil pesos, lo que son más de 100 dólares. Y eso sin contar el mercado negro paralelo que se ha creado alrededor del agua. Pipas desviadas que deberían abastecer instituciones, tanques destinados a personas vulnerables revendidos en privado, tuberías clandestinas que le roban presión al sistema…

Y mientras todo esto pasa, quienes más sufren son justamente quienes menos tienen. Porque sí, hay quienes pueden pagar 60, 70 o 90 mil pesos para perforar su propio pozo. Pero en la otra punta están los que sobreviven con cubos, botellas recicladas y la esperanza de que mañana llegue “un chorrito”.

Dentro de una misma localidad, la desigualdad salta a la vista. Unos tienen turbinas y cisternas —muchas veces ilegales— mientras otros cargan agua como en el siglo pasado. Las calles quedan abiertas, llenas de escombros; las fugas reaparecen días después; y los accidentes menores se vuelven comunes, porque a veces quienes abren zanjas para resolver son los propios vecinos, incluidos ancianos y mujeres.

A pesar de eso, las autoridades presentan estas “microbrigadas improvisadas” como ejemplo del “espíritu revolucionario”. Pero la gente sabe la verdad: están haciendo lo que el Estado no hace.

Y si hablamos de “resolución a la cubana”, no puede faltar el famoso “ladrón”: ese invento casero que chupa toda el agua de la red cuando llega sin fuerza. ¿El resultado? Una casa feliz, diez casas secas.

El discurso oficial insiste en que la culpa es de la falta de recursos, del bloqueo, del universo… Pero los testimonios recopilados por el FMP señalan otra cosa: un sistema totalmente corroído por la corrupción, donde entidades públicas funcionan como negocios privados y donde unos pocos se lucran de la necesidad de todos.

El descontento crece porque la gente siente que las soluciones no arreglan nada. En Camagüey, vecinos del reparto Modelo denuncian que no reciben agua desde 2019. Han tenido que abrir zanjas, extender mangueras y pagar pipas cada semana a precios que superan cualquier salario. Imagínate lo que esto significa para un adulto mayor.

Y no es un caso aislado. En Bayamo detuvieron dos pipas dedicadas a la venta ilegal. En Matanzas, los vecinos describen el agua como “una estafa”: pagan 3 mil pesos por pipa mientras pasan semanas sin una sola gota por tuberías.

Lo más triste es que todos los caminos llevan a lo mismo: un sistema roto, desigual, desordenado y profundamente corrupto. Y mientras quienes deberían arreglarlo se pasan la vida justificando, son las familias cubanas quienes pagan la cuenta… y los cubos.

Habilitar notificaciones OK Más adelante