Un hombre murió a plena luz del día en Centro Habana, a solo unos pasos del Parque de la Fraternidad, y su cuerpo quedó ahí, tirado en la acera, durante horas. Todo el mundo lo vio. Nadie del sistema hizo nada. Ni lo cubrieron. Ni lo movieron. Ni siquiera intentaron aparentar respeto.
La escena fue grabada por varios testigos y pronto dio la vuelta en redes sociales, despertando una mezcla de rabia y tristeza que ya es habitual en un país donde cada tragedia parece anunciar otra peor. Muchos cubanos ven en este suceso un espejo brutal del abandono absoluto que se vive en la isla.
El video comenzó a circular gracias al opositor José Daniel Ferrer y, en cuestión de horas, explotó en las plataformas. En las imágenes, un testigo suelta una frase que, aunque simple, recoge la tragedia de miles: “el hambre, el virus y la cosa”. No hay diagnóstico confirmado, pero sí una verdad que nadie discute: ese hombre es otra víctima de un país que se cae a pedazos.
En el video se ve al fallecido, visiblemente consumido, sentado bajo un soportal. Lleva una mascarilla bajada y una camiseta con la cara del Che. Y alrededor, decenas de personas que miran la escena con la resignación de quien ya lo ha visto casi todo.
El periodista Mario Vallejo también compartió las imágenes y denunció el nivel de indiferencia que rodeó la muerte. Según explicó, el hombre dijo que se sentía mal, alguien le ofreció sentarse y ahí mismo murió. “Lo peor no es la muerte —comentó Vallejo—. Lo peor es la indiferencia.”
Esa es la palabra que más repiten quienes vieron el video: indiferencia. La Policía estuvo allí, sí, pero solo para marcar presencia, no para actuar. La asistencia médica jamás llegó. Y el cuerpo siguió expuesto durante horas bajo un sol que, como dice Vallejo, cae “como plomo sobre un país sin pulso”.
Lo más doloroso es que la escena ya no sorprende. En Cuba, la muerte dejó de ser un acontecimiento; se ha convertido en parte de la rutina, como el apagón o la cola infinita. Vallejo lo resumió con una crudeza que duele pero es real: “En Cuba ya no se pregunta de qué murió alguien. Se pregunta cuánto demorarán en recogerlo.”
Todo en esa escena es simbólico. El cuerpo delgado. La mascarilla inútil. La camiseta con el rostro del Che. La pasividad de los uniformados. Una foto viviente del fracaso del régimen, que prometió igualdad y dignidad, pero hoy ni respeta a los vivos ni a los muertos.
Hasta ahora no se conoce la identidad del fallecido ni la causa exacta del deceso. Pero eso ya casi no importa. Porque este suceso no es una excepción: es parte de una cadena interminable de precariedad, desnutrición, falta de medicamentos y un abandono estatal que ya roza lo inhumano.
Vallejo lo dijo sin adorno: “Así funciona un Estado fallido: abandona a los vivos y también a los muertos.”
El impacto del video ha sido fuerte. Muchos cubanos sienten que este hombre, anónimo y sin asistencia, es otro recordatorio de que en la isla la vida se ha ido volviendo barata. La muerte, que debería estremecer, ya no sacude a nadie. Solo confirma que el desastre sigue avanzando.










