Miguel Díaz-Canel apareció este lunes en la Feria Internacional de La Habana (FIHAV 2025) con su habitual discurso de fantasía, asegurando que “hacer una feria en las condiciones actuales es una expresión de resiliencia y resistencia creativa”. Así lo dijo ante la prensa, mientras la economía cubana sigue en caída libre y el país acumula apagones, escasez y deudas impagables.
Según la propia página de la Presidencia en Facebook, el gobernante volvió a insistir en que el objetivo del régimen no es solo “resistir el embargo”, sino hacerlo “con creatividad, desarrollo, alianzas, ciencia e innovación”. La misma retórica que repite año tras año, aunque la realidad lo contradiga a cada paso.
Díaz-Canel intentó vender la idea de que la feria es una oportunidad para “mostrar las potencialidades de Cuba” y asumir capacidades de otros países para impulsar proyectos conjuntos. Pero mientras hablaba de alianzas y negocios, la isla atraviesa una debacle financiera tan profunda que las empresas extranjeras apenas pueden mover un dólar dentro del sistema bancario cubano.
El mandatario afirmó que “hay que hacer alianzas productivas y de negocios que tributen al desarrollo del país”, y que no hacerlo sería “condenar el futuro y el presente”. También apeló a no amedrentarse “ni por huracanes ni por bloqueos recrudecidos”. Frases hechas para la prensa oficialista, pero muy lejos de la vida que llevan los cubanos en la calle.
En un momento poco habitual, Díaz-Canel reconoció la crisis financiera y las deudas que el Estado mantiene con empresarios extranjeros. Pero inmediatamente maquilló la confesión asegurando que, “a pesar de eso, siguen en Cuba por compromiso y respeto”. Una declaración tan absurda como suelta: en un país quebrado, quedarse no suele ser señal de confianza, sino de falta de alternativas o presión política.
Mientras el gobernante habla de “confianza” y agradece a inversionistas que supuestamente han apostado por Cuba, la realidad dice otra cosa. Hace apenas unos días, el régimen congeló las cuentas en divisas de todas las empresas extranjeras y hasta de las sedes diplomáticas. Un corralito silencioso que dejó a muchos empresarios sin acceso a su propio dinero.
Según reportó EFE, el gobierno comunicó a las compañías que no podrán extraer ni transferir al exterior los fondos que ya tienen depositados en los bancos cubanos. Es decir, el régimen se queda con el dinero, mientras intenta disimularlo con tecnicismos bancarios.
Como si fuera poco, ahora propone a esos mismos inversionistas abrir un nuevo tipo de cuentas “reales” para depositar divisas frescas desde el exterior, con la promesa de que esas sí podrán usarse para transferencias o retiros. Un movimiento que muchos ven como un intento desesperado de captar divisas nuevas mientras retienen las antiguas.










