Cuando el primer Beatle aterrizó en un parque cubano luego de años de prohibición

Redacción

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Cuando el primer Beatle aterrizó en un parque cubano luego de años de prohibición

Un sitio de culto. Ofrendas florales, ingenuos y conmovedores mensajes manuscritos que se depositan a sus pies, jóvenes que van acompañados de guitarras a cantarle sus propias canciones al ídolo, padres e hijos que acuden en oleadas a retratarse, parejas que se citan allí, turistas a razón de cientos por día, custodios que impiden “excesivas” muestras de afecto…

Es lo que se mueve en torno a la estatua en bronce de John Lennon en La Habana, situada en el parque de 17 y 8, en el céntrico barrio de El Vedado, desde diciembre del año 2000.

A tamaño natural, cómodamente sentado en un banco al que cobijan frondosos y antañones laureles, el más influyente compositor del pasado siglo mira lánguidamente a la eternidad, en un sitio que el fervor de sus seguidores arrancó para él al gobierno de la ciudad.

El parque fue escenario en el año 1990 de uno de los conciertos de rock más importantes que se ha desarrollado en Cub

Desde entonces el bautizado Parque Lennon devino obligado punto de encuentro para varias generaciones de cubanos que tienen como único denominador común la beatlemanía, es decir, la admiración sin límites por la música de los “inquietos chicos de Liverpool”.

Entre 1964 y 1966 The Beatles padecieron una férrea censura en la isla, pues el hasta hoy gobernante Partido Comunista consideraba que eran expresión de la cultura “del enemigo”, y que su influencia sería nociva en la formación de aquel “hombre nuevo” que el país se empeñaba en construir. En el acto en que se develó la escultura de Lennon, realizada por el cubano José Villa, Fidel Castro confesó a la prensa que “hay reivindicaciones que son muy justas”.

Este Lennon de bronce que en poco tiempo se ha convertido en uno de los símbolos más emblemáticos del Vedado

A los pies del Beatle de La Habana puede leerse una inscripción. Se trata de un fragmento de “Imagine”: You may say I am a dreamer, but I am not the only one”. Justamente sobre esas letras doradas los transeúntes colocan sus peticiones y ofrendas. Son los cubanos que, a pesar del fatigoso malabarismo cotidiano, de las inclemencias históricas y la larguísima espera de la llegada del futuro prometido, no han perdido la capacidad de soñar.