Fío hoy y mañana también… las nuevas reglas del comercio informal en Cuba

Redacción

Updated on:

Fío hoy y mañana también… las nuevas reglas del comercio informal en Cuba

Sergio es artesano y se dedica a la fabricación de zapatos en el comercio informal. Antes, cada vez que terminaba un lote cargaba con ellos y los llevaba a Camagüey para dárselos al por mayor a un comprador que le pagaba 120.00 el par.

Todo iba bien hasta que un día el hombre no le liquidó 20 pares que le había fiado, alegando que habían salido malos y los clientes los habían devuelto.

Claro que Sergio se sintió estafado, pero tuvo que tragar en seco. En un negocio de comercio informal como el suyo, donde los productores sin licencia mueven las mercancías por la izquierda, no queda más remedio que aceptar los riesgos de fiar.

Lo de fiar no es nuevo en Cuba. Durante toda la República fue la forma por excelencia de fidelizar los clientes que encontraron los pequeños comerciantes (no había bodeguero cubano que no fiara, porque si no lo hacía se moría de hambre) y tras el triunfo de la Revolución del 59 se continuó fiando hasta que en 1968 se estatizaron hasta los puestos de fritas y se acabó lo que se daba.

Lógicamente con el renacer del sector privado volvieron a extenderse en la Isla las ventas a plazos de casi todo. Los que se dedican al comercio informal – en especial los que mueven las mercancías de las llamadas mulas – conocen perfectamente que debido a los magros ingresos de los cubanos es casi la única forma de darle salida a lo que “importan”.

Es una cadena muy bien engrasada que implica a primeras, segundas, terceras y hasta cuartas manos en la que todos buscan obtener ganancias. Los plazos de los pagos suelen alcanzar dos, tres y hasta cuatro meses.

Esto no quita que, en ocasiones, se produzcan desaguisados. Cuando los deudores por los más disímiles motivos – que van desde que no les da la gana hasta que ellos mismo han sido estafados – no pueden honrar las deudas o los plazos de los pagos, se producen escenas de violencia que terminan, incluso, con lesiones, juicios y cárcel.

Algunos de los vendedores ambulantes compran productos al por mayor en las candongas de La Habana y los llevan a zonas de difícil acceso para venderlos. Uno de ellos, Édel, cruza toda Cuba con su carga para comercializarlos en las comunidades rurales de Las Tunas.

Él vende todo lo que le pueda reportar una cuota de ganancia, desde velas hasta pozuelos plásticos o pomos de lejía.

Cada quince días pasa por los pueblos y bateyes para recoger el dinero de lo que dejó fiado. Aunque se ha equivocado en algunas ocasiones, el tiempo que lleva en el negocio le ha permitido desarrollar un “ojo experto” y sabe a quién puede fiar y a quién no.

“Esto es un arte – expresa – porque si te equivocas lo pierdes todo. No puedes reclamar a la policía porque es un ´bisne´ ilegal”.

En las zonas del país más empobrecidas se fía de todo, sólo así logran subsistir los pequeños comerciantes legales e ilegales.

Desde unas cuantas libras de carne de puerco hasta un pomo de champú, todo se arregla mediante el “fiao”.

También los plazos son mucho más largos para pequeñas cantidades de dinero. “A veces recuperar 300.00 pesos me lleva cuatro meses”, revela Edel, “Es que hay gente muy pobre y necesitada y no se puede apretar”.