Dicen que el famoso restaurante Moscú, en La Habana, ya no creé en lágrimas…

Ines Sanz

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Dicen que el famoso restaurante Moscú, en La Habana, ya no creé en lágrimas...

En pleno núcleo de la Rampa habanera, el célebre restaurante Moscú se ha convertido en un constante recuerdo de la caída de la Unión Soviética, el gran benefactor de la isla por décadas.

Ubicado en el recinto que previamente ocupaba el icónico cabaret Montmartre, icónico club y cabaret nocturno de los años 40 y 50 en Cuba, que recibió visitas de figuras como Edith Piaf, Cab Calloway o Nat King Cole, además de sitio predilecto en la luna de miel en La Habana de Ava Gardner y Frank Sinatra en 1947, donde fueron invitados incluso para degusta una exquisita tarta nupcial que hizo historia y que fue cortesía de los dueños del lugar.

Tras la llegada al poder de Fidel Castro y las nacionalizaciones que se sucedieron, el inmueble dejó de albergar el famoso casino y cabaré Montmartre. A finales de la década de los 60 el lugar fue rebautizado como Moscú, un guiño a la Unión Soviética. Las noches de bolero llegaron a su fin y el espacio quedó ocupado por platos de origen ruso, como el Pelmeni, Shashlyk, Borsch y Uja; siendo la especialidad de la casa la “sopa Salianska”, elaborada con copiosos trozos de carne que le daban un gusto tan particular, que hasta los mismos cocineros rusos debían quitarse el sombrero.

Solo en el recuerdo de muchos cubanos quedarán aquellos días de gloria en que esa construcción ambientada en su interior al estilo zarista

“Era uno de los lugares donde mejor se comía en La Habana y tenían empleados formados a la vieja usanza, que trataban a los clientes con amabilidad y sin la frescura de ahora”, recuerda Ernesto Fiallo, vecino de la calle O, en las cercanías del lugar

Un incendio ocurrido en el año 1989, que muchos aseguran que fue intencional, selló la suerte del lugar. Según cuenta los testigos, el fuego no se inició dentro del propio restaurante, sino en una empresa contigua llamada ABATUR. El piso de madera del restaurante había sido levantado para ser cambiado, razón por la que quedaba un orificio bastante grande que permitía que desde el piso superior de ABATUR, se podía ver el Moscú a través del techo de una oficina que permanecía cerrada por las obras que arriba realizaban y que un bebedero en el comedor de los obreros del restaurante caía una gota hacia abajo lo que al contacto con cablees eléctricos en la pared pudo provocar el corto circuito que iniciara el fuego arrasador. Allí ha quedado, sometido durante décadas al abandono y a la desidia institucional

El avanzado estado de deterioro que muestra el inmueble en la actualidad ha sido tema de conversación en las Asambleas de Rendición de Cuentas del Poder Popular.

Su fachada da claras señales de lo que un día fue

El local permanece clausurado, con puertas y ventanas tapiadas y con fuerte vegetación emergiendo de entre sus muros. Los vecinos del barrio son los que han tenido que sufrir la inmensa cantidad de mosquitos que genera la humedad del edificio abandonado.

Ante los daños que acumula por décadas al interior de sus ruinas, las autoridades advirtieron que era insalvable, y no existían posibilidades para su salvación.

Solo la operación de desmantelar el edificio se llevaría unos 4 millones de pesos, en términos de los 260 metros cúbicos de madera para el apuntalamiento y no menos de dos grúas empleadas a tiempo completo por un año, por lo que esto no constituye una prioridad dentro del plan de inversiones de la ciudad.

Otras estructuras en peor estado han sido restauradas en la Habana Vieja, pero el Moscú parece arrastrar algún tipo de maldición, como que fue allí donde asesinaron a Antonio Blanco Rico, jefe del Servicio de Inteligencia Militar de Fulgencio Batista.

En un letargo triste continúa ese majestuoso edificio que sobrevive en la memoria de los cubanos y habaneros.

Muchos fueron los habaneros y visitantes que pasaron por sus mesas para celebrar en familia, con amigos o aniversarios importantes en sus vidas.

Fue un lugar acogedor que sin duda dejó una huella para quienes lo disfrutaron o simplemente lo contemplaron en su deambular diario.

Sin embargo, tristemente después de más de tres décadas del siniestro que lo invalidó, a pesar de los esfuerzos de la prensa nacional en desatar una solución rápida, todo vuelve a la normalidad: retorna el silencio de lo que nadie sabe qué sucederá.