La Habana vista desde el Cristo (+ Fotos)

Ines Sanz

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La Habana vista desde el Cristo

El Cristo ve todo lo que entra a La Habana desde el mar.

Este diciembre hará 63 años que fue puesto ahí, con gran pompa, bautizado por cardenales, elogiado por autoridades militares y civiles. Lo hicieron con los ojos vacíos para dar la impresión de que mira a todo el mundo y a todos lados.

La esposa del presidente Fulgencio Batista prometió hacer una estatua de Cristo, si su marido escapaba a las acciones del 13 de marzo de 1957, cuando un grupo de jóvenes revolucionarios atacaron el entonces Palacio Presidencial.

En diciembre de 1958 fue develado como alegoría de la sobrevivencia del presidente. Una semana más tarde, el Cristo veía el triunfo de la Revolución cubana.

¡Un milagro!, gritaban algunos, el primer milagro del Cristo.

El Cristo de La Habana parece que bendice a la ciudad y lo ha hecho por más de 60 años.

Sin embargo, la atribución de la victoria revolucionaria a la estatua desapareció cuando, dos años más tarde, cayó un rayo fulminante que destrozó  la cabeza (del Cristo) y le hizo perder su capacidad divina en el imaginario popular.

El primer rayo fue en 1961, el otro, un año después. En 1986 le estremeció un tercero. Finalmente, en ese año se convencieron de que las leyes de la física (opulentos 20 metros de altura y esqueleto de hierro) superaban la bendición que le otorgara el papa Pio XII cuando solo era un conjunto de bloques de mármol de Carrara para atraer las descargas eléctricas y le pusieron un pararrayos.

Así ha estado durante cinco décadas, mirando la bolsa de la bahía de La Habana, bendiciendo los barcos que entran al puerto. Por muchos años, su protección abrazaba casi solamente a las lanchitas raquíticas que llevan a los habaneros a Regla y Casablanca, más recientemente se ha extendido a portentosos cruceros que casi no caben en el  ancladero.

Ha visto cómo ha cambiado la Avenida del Puerto y cómo ahora flota un muelle que huele muy caro donde van los enamorados a disfrutar de las contaminadas aguas de la bahía.

Ha visto cómo para llegar a él hay quienes suben la loma de Casablanca a pie, quienes se apretujan en la ruta de ómnibus A66 y quienes llegan en autos propios.

Se dice que en la base de la figura, la escultora enterró objetos de la época como periódicos y monedas.

El Cristo también ha visto cómo se han mezclado sus visitantes. Los enamorados, ahora diversos, de colores diversos, de sexos diversos, los nuevos amigos, las nuevas familias.

La capital queda a sus pies y él la mira toda desde arriba, como la miran aquellos que están a su alrededor. Mirar La Habana desde arriba significa apartarse, tomarse un tiempo para estar solo con uno mismo o con alguien más. Pero es una soledad de mentiras donde se está todo el tiempo rodeado de personas, rodeado de La Habana.

Fue puesto dentro San Carlos de la Cabaña recinto que, junto a los Tres Reyes del Morro, a San Salvador de la Punta y al Castillo de la Real Fuerza, intentaba defender a La Habana de corsarios y piratas y de la codicia de potencias extranjeras.  Sin embargo, contra estas últimas, ninguna de las cuatro edificaciones, ni la estatua emplazada después, ha logrado hacer mucho.

Entonces, por su cercanía a estas fortalezas, el Cristo también ha escuchado durante siglos el quejido del cañón que, justo a las nueve de la noche, despide todos los días en La Habana y, durante muchas noches, la luz del faro del Morro le ha revelado  a alguna pareja que busca amarse en la oscuridad de sus pies.

Ante sus ojos el sol se pone, destellando sobre los cristales de guaguas turísticas, que se parquean junto a los vendedores de granizado, de maní, de pasteles, que esperan a los extranjeros que vienen con el ocaso.

2017, por los excepcionales valores artísticos y ser icono en la identidad capitalina, se declaró Monumento Nacional.

Son otros los códigos que se han manifestado durante toda su vigilia.

El cristo es cubano y por eso calza chancletas de “meter el dedo” y sus labios son carnosos, sensuales, masculinos. Por eso vienen a verlo tantas personas de todo el mundo, porque no se parece a nadie, ni siquiera a Cristo. Incluso hay quien cuenta que fue inspirado en un gran amor de su creadora Jilma Madera.

“Tu escultura tiene solo un defecto”, cuentan que le dijo Batista a la escultora antes de inaugurar la estatua, “no tiene ojos”.

“Señor presidente, eso es para que desde donde se mire, quien quiera que lo mire, tenga la impresión de que es mirado por el Cristo también”, respondió Jilma.  Y como quien adivina que su creación monitoreará La Habana por muchos años, enterró en su base periódicos de la época y monedas de oro, como para que no se olvide el Cristo de cuándo y de dónde vino, para que siga siendo consciente de todo lo que cambia bajo sus pies.