Las poco más de 1500 personas que viven en este asentamiento en el municipio de Placetas, en Villa Clara, sufren de los mismos males que los cientos de asentamientos rurales a lo largo y ancho de Cuba: no hay futuro a la vista… porque Guaracabulla, cuentan las leyendas, es un pueblo maldito donde no hay mucho que hacer, excepto ver pasar el tiempo, mientras descansa bajos sus pies la que quizás sea una de las minas de oro más grandes de Cuba.
En las inmediaciones del pueblo, la Empresa Geominera del Centro explota la única mina de oro subterránea que existe en la Isla. Sin embargo, para los vecinos del pueblo, esta es solo una especie de universo paralelo, que lejos de reportarles, lo unico que hace es traerles más complicaciones.
Dicen incluso que la mina trae mala suerte. Como Guaracabulla se encuentra sobre un yacimiento de oro, hace algunos años unos muchachos se dieron a la tarea de cavar su propio túnel a escondidas con la idea de extraer el metal. Nadie supo a ciencia cierta si lograron sacar algún provecho de aquel plan; pero terminaron en la cárcel cuando los descubrió la policía.
Los vecinos cuentan que antes que las autoridades tomaran carta en el asunto, Guaracabulla parecía una especie de pueblo del oeste. En una ocasión, unos presidiarios de Santa Clara se presentaron en el pueblo pistola en mano para quitarles la mina a los muchachos. Los locales lograron ganar la pelea, pero de igual manera la policía los mandó tras las rejas a todos porque la “minería por cuenta propia” en Cuba es ilegal.
De esta forma se encargaron de dejarlo bien claro los funcionarios del Partido Comunista que se presentaron el pueblo poco tiempo después del incidente. El oro, aunque estuviera debajo de sus propias casas, pertenecía al Estado y cualquier intento de apropiación del mismo era sinónimo de ser procesados por el delito de actividad económica ilícita.
Hasta el propio presidente Miguel Díaz – Canel censuró a los improvisados mineros y en declaraciones sobre los “sucesos de Guaracabulla” los acusó de comprometer la economía del país, la salud humana y el medio ambiente.
El Gobierno cubano no quiere, de ninguna manera, que el oro del pueblo se les escape. Más cuando una onza se cotiza a más de 1 350.00 dólares, una cifra que no ha visto en su vida ni el guajiro más rico de Guaracabulla. Su tierra genera millones, pero a ellos tristemente, no les toca nada.
Por ahora, les toca seguir siendo los furtivos bajo tierra, que intentan con un pedacito de oro resolver muchas de sus carencia.