Antes de la llegada del período especial a Cuba, para tener relaciones sexuales casuales los cubanos iban a las posadas. Hoy son solo parte del recuerdo pues el Gobierno las cerró todas. Ahora, los que pueden permitírselo su economía, van a los cuartos privados que se rentan por horas o sino buscan algún lugar oscuro en la calle donde nadie los vea dar riendas sueltas a sus pasiones.
Al no contar con una vivienda común, Julia y Saúl, quienes llevan más de 15 años manteniendo una relación, deben siempre buscar alternativas para poder estar juntos.
“Aquel tiempo en que lo hacíamos en parques y terrenos deportivos han quedado atrás. Ya somos adultos, maduros y profesionales. Como ambos tenemos familia en el exterior que nos mandan dinero, podemos rentar una habitación en alguna habitación en las llamadas casas de citas que abundan en La Habana”, dice Raúl.
Desde hace años que se encuentran en funcionamiento algunos domicilios en los que las parejas heterosexuales y gays pueden encontrar espacio para intimar. Sin embargo, no son todos los que pueden permitirse pagar los precios de estos sitios, mucho menos si se encuentran equipados con todas las bondades para hacer más placentera la estancia de los clientes.
Antes que el período especial diera al traste con el estilo de vida de los cubanos, existía en la Isla una red de posadas administradas por el Estado. En ella, por un precio módico se podía mantener relaciones sexuales.
Estas posadas estatales presentaban un estado contractivo que dejaba mucho que desear. Las paredes se encontraban llenas de letreros e incluso tenían huecos donde los rascabuchadores hacían de las suyas. A pesar de contar con camastros viejos, ropa de cama de cama sucia y una higiene en general bastante deplorable, eran uno de los pocos sitios en que las parejas podían hacer el amor. Eso sí, solo parejas heterosexuales.
Existían algunas posadas con mejores condiciones, las cuales contaban con neveras y aire acondicionado. No obstante, su precio no era muy asequible al bolsillo promedio. Las opciones restantes son bien conocidas, parques, solares yermos, escaleras y azoteas.
Con la llegada del Período Especial, a no pocas parejas y hasta a matrimonios se les complicó el asunto de tener relaciones. Entre otras cosas, porque en la Isla son contados los jóvenes que pueden tener su propia casas y, por lo general, conviven bajo el mismo techo con hasta tres generaciones diferentes.
Quienes no tienen otro sitio en el que estar juntos, no les queda de otra que tener relaciones en cualquier rincón que encuentren. Incluso en los asientos traseros de las guaguas o en cualquier recoveco que vean que pueda prestarse para el asunto.
Si resulta complicado para una pareja de jóvenes encontrar un sitio tranquilo en que entregarse a la pasión, peor aún resulta para un matrimonio con hijos, que en buena parte de las casas comparten habitación con ellos.
“Me paso hasta meses sin poder tener sexo. Antes subía con mi esposa a la azotea del edificio. Pero descubrimos que los vecinos nos espiaban. Dos de mis hijos duermen en una cama junto a la nuestra. Además, en la casa también viven mis padres y mi abuela, no hay donde meterse”, comenta Rosendo, quien es padre de tres hijos.
Para quienes reciben remesas del exterior, tienen buenos negocios, o roban a las dos manos, la situación es bien diferente. Suelen alquilar habitaciones por horas que tiene una excelente limpieza, aire acondicionado, mini bares surtidos, espejos en las paredes, condones en las mesitas de noche y, en los de más puntería se pueden encontrar incluso hasta Jacuzzi y tubos para bailar un streptease si apetece.