El Caballero de París, el más cuerdo de los locos cubanos

Redacción

El Caballero de París, el más cuerdo de los locos cubanos

Lo más posible es que el nombre de José María Lledin no le suene a la mayoría de los cubanos. Sin embargo, si se habla del Caballero de Paris, la cosa cambia completamente.

Muchísimos habaneros lo vieron deambular por el Paseo de Prado, la Avenida del Puerto, la Iglesia de Paula o el Parque Central. En este último, solía dormir en unos de sus bancos.

Lo mismo se paseaba a pie por las calles que tomaba un ómnibus, siempre saludando a todo el mundo y entablaba una discusión de política, religión o filosofía con cualquiera que se cruzara en su camino.

Con sus menos de seis pies de estatura, su pelo largo y desaliñado, la barba y unas uñas largas y retorcidas, el Caballero de París siempre andaba vestido de negro y lucía una capa del mismo color.

En sus manos llevaba siempre algunos periódicos y papeles de todo tipo, que parecía no querer desprenderse de ellos bajo ningún concepto. Los niños se asustaban al verlo, pero luego que comenzaban a charlar con él, pronto le perdían el miedo al ver que hablaba con mucho respeto.

Entre sus delirios habituales destacaban los relacionados a su linaje, ya que algunas veces aseguraba ser un gladiador, otras un corsario y hasta un rey o emperador. Con una verborrea impresionante, solían contar con lujo de detalles algunos eventos de épocas pasadas como si en realidad hubiera formado parte de ellos. En una ocasión, aseguró que había llegado a compartir con su Santidad del Papa.

Numerosas son las teorías que surgieron sobre el origen de su apodo, una de ella relata que lo obtuvo de una novela francesa. En una ocasión, le comentó a su biógrafo que la gente empezó a llamarlo “El Caballero” mientras se encontraba en Acera del Louvre, del Paseo del Prado, por lo que quizás su mente asoció el sitio con París.

Lo cierto es que “El Caballero de Paris”, o José María Lledin, su verdadero nombre, nació en Galicia España, el 30 de diciembre de 1899 y fue el único, de once hermanos, que logró aprender a leer y escribir.  Se dice que fueron muchas las horas que dedicó a estudiar, aunque no pudo culminar sus estudios del Bachillerato.

José María llega a Cuba sin haber cumplido aún los 15 años de edad y, como mismo suelen hacer los emigrados, se dedicó a trabajar en distintas actividades, llegando a desempeñarse como sirviente de restaurantes en algunos hoteles como Inglaterra, Telégrafo, Sevilla, Manhattan, Royal Palm, Salón A y Saratoga.

El equilibrio mental se dice que lo perdió al haber estado tras las rejas en El Castillo del Príncipe de La Habana, al pagar injustamente por un delito que no cometió. Tras ser puesto en libertad, comenzó a caminar por las calles convertido en el personaje que lo acompaño hasta su muerte.

Con vistas a intentar mejorar su delicado estado mental, en diciembre de 1977, con casi 90 años de edad, el Caballero de París es internado en el en el Hospital Psiquiátrico de La Habana en las afueras de la ciudad. Es allí que, el Dr. Luis Calzadilla Fierro, último acompañante de sus días y, a quien llamo su fiel mosquetero, diagnosticó que José María que padecía de parafrenia: un delirio imaginativo con confabulaciones y un deterioro leve de la personalidad.

El 11 de julio de 1985, el Caballero de París se despide de sus andadas físicas por las calles de La Habana, pero su recuerdo, quedó en el imaginario popular y las leyendas de una ciudad que lo eternizó.