¿Mercado sexual en Cuba? La noche que nunca duerme en La Habana…

Redacción

¿Mercado sexual en Cuba? La noche que nunca duerme en La Habana...

A sus 23 años, Sheyla asegura ser toda una experta en “el arte” de concertar citas con chicas en el mercado clandestino del sexo en La Habana.

Es una mulata de gruesa figura y ojos de verdes de modelo. Su historia, no es muy diferente a la de cientos de jineteras cubanas.

Su niñez y adolescencia transcurrió en el seno de una familia disfuncional. Su madre es una alcohólica y de su padre nunca supo nada. La promiscuidad de su madre y la necesidad, la empujaron a prostituirse desde que era apenas una niña.

“Se caía de la mara que terminase siendo una puta. Mi madre lo mismo estaba con hombres que con mujeres. Tuve todo un repertorio de madrastras y padrastros. A los 10 años ya yo era quien cocinaba y limpiaba en la casa. A los doce empecé a prostituirme a cambio de comida, golosinas o cualquier otro regalo. Cuando cumplí los 15 en vez de fiestas y bailes, lo que tuve fue la enseñanza de una amiga que me mostró las mieles de sacarle dinero a los cuadros lésbicos. Con 18 tuve a mi hija, pero luego del parto me puse muy gorda y ya no era lo mismo. A partir de ese entonces, me dedique a coordinar encuentros sexuales. Todos los contactos que tenía en ese mundo me sirvieron mucho”, cuenta Sheyla.

Sus “clientes” le marcan al móvil y Sheyla lo coordina todo luego de mostrarles un extenso catálogo de chicas entre 16 y 29 años.

“Tengo de todo como en botica. Rubias, negras, pelirrojas, ‘café con leche’, etc. Todas son originales, sin silicona ni todos esos inventos que han hecho que las mujeres parezcan unos maniquíes plásticos”, señala como si estuviese hablando de vender ropa a domicilio.

En las afueras del bar aguarda por ella un viejo auto ruso que alquila por 2000 CUP diarios. El precio de las negociaciones varía según la persona, la procedencia o lo que quiera hacer.

“A los yumas se les cobra más. Ahí entra a jugar el ojo clínico que tengo para eso. Los que vienen con los bolsillos llenos se les nota la pinta. En el caso de los cubanos la tarifa es menor y oscila entre los 15 y 25”, detalla.

Desde hace algún tiempo que las orgías lésbicas están de moda en La Habana y se ha vuelto bastante común que para un grupo de amigos que salen con dinero, la noche termine con algunas chicas.

En el argot callejero, a las mujeres bisexuales se les conoce como “tuercas”.

Según Juan Carlos, un farandulero de los bares, muchas de estas ‘jevitas’ que están en la caliente (prostituyéndose) son punto fijo en discotecas y bares. Algunas tienen incluso sus chulos o novios fijos, pero cuando las llaman al móvil salen que no se le ven los pies.

“Son una máquina de buscar dinero. Se tiran tremendas ropas y halan polvo (cocaína) como si fueran aspiradoras humanas. La mayor parte de las veces sus clientes son reguetoneros o tipos que tienen mucho dinero”, añade.

También están las llamadas jineteras bisexuales independientes, quienes por el día puede que tengan algún otro trabajo para garantizar el diario, pero en las noches se prostituyen en sitios en los que se sienten en confianza.

En el mundo de la prostitución habanera existe una diversidad de trucos que ni Houdini. Las jineteras comenzaron a brotar como flores silvestres en Cuba a mediados de los años 80 del siglo pasado.

El pistoletazo de arrancada a la nueva espiral de prostitución aconteció en la década de 1980. Las primeras prostitutas cobraban $100 por noche, pero no se disgustaban si debían regatear a la baja.

Las actuales jineteras cubanas, más allá de una buena cena y algo de dinero, intentan seducir al forastero e iniciar un noviazgo, aunque sea a distancia, recibir transferencias bancarias y la promesa de sacarlas del país.

En el mundo nocturno de La Habana, existen varios precios. Las más baratas son las “matadoras de jugada”, que por 5 dólares completan una noche desenfrenada de sexo. Están las “faranduleras”, que se acuestan con el famoso de turno, o que buscan directores de cine o televisión para conseguir con sus curvas un rol secundario en una novela y una película.

Los pingueros tiene otra franja de mercado asegurada. Ellos solo buscan hombres maduros necesitados de compañía y mientras más machos parezcan pues mejor.

En bares de particulares o discotecas de calibre están las jineteras de alcurnia o de clase media son plaza fija.

Algunas de las que se desempeñan en esta modalidad en solitario ni siquiera se preocupan por tener competencia, ya que al menos en La Habana, la demanda de los “servicios” que ellas ofrecen siempre es muy alta y rara vez “se van en blanco”.