El caso de la sangre azul, cuando la impunidad viaja sobre cuatro ruedas y huele a Revolución

Redacción

El caso de la sangre azul, cuando la impunidad viaja sobre cuatro ruedas y huele a Revolución

Todos conocemos perfectamente que la sangre tira, y tira fuerte. El nepotismo es algo a que este país, sea la época que sea y el sistema que sea, ha estado acostumbrado. No es para nadie extraño que la familia directa de las personas con poder y dinero tienen todas las puertas abiertas, hasta las de la cárcel (para entrar, claro; allí no hay papito que lo salve). Este es el caso de una muchacha con la suerte de nacer en cuna de oro, quien la “fama se le subió pa´ la cabeza”.

Para mantener el anonimato de nuestros protagonistas, les llamaremos “familia X”. “Hija X”, única heredera y fruto de esta unión, disfrutó de todos los privilegios desde niña, siendo su padre un importante diplomático del MINREX, embajador con varias misiones en su espalda, y su madre también trabajadora de dicha institución. Una familia con mucho prestigio, sí señor.

La niña estudió las primeras enseñanzas, por supuesto, en todos los países a donde su padre fue destinado. Conoció de todo un poco, países capitalistas y socialistas, desarrollados y subdesarrollados. Volvió, como todos lo hacen, con los humos bien, pero que bien subidos.

Como todos los que se ven en su situación (llegar a Cuba con 12 grado cumplido en otro país y bajo otros medios y estilos de enseñanza), se le fue ofertada una parrilla entera de plazas de carreras universitarias de las que podía escoger la que quisiera (una aparte a la que se enfrentan los chicos comunes), sin pasar por pruebas de ingreso o de aptitud, o apenas con aprobar. Estudió universidad, sí, alguna carrera importante, de hecho, esas en las que es muy difícil entrar; Turismo creo que era. Se graduó con honores, una chica inteligente (o aplicada) al final de todo. Trabajó en los cayos, luego en un país del sur de África y lo último que se sabía era que estaba por los Emiratos Árabes Unidos.

Tenía ya veinte y largos cuando vino a Cuba de vacaciones, a pasarse una semana o dos. Se “empató” con un muchacho del barrio, el que, casualmente, le alquilaba el carro a otro de los diplomáticos conocidos del lugar. Ese era un malandrín, ligado a negocios clandestinos y demás. Salieron una noche al Vedado en el carro y les avisaron de un after party en Mi cayito, y pa´ allá fueron.

En la madrugada, borrachísimos los dos y con miles de sustancias encima, iba conduciendo ella por la oscura (oscurísima) carretera que separa Guanabo de las áreas de las playas más al oeste (Santa María, El Mégano, Bacuranao). Un hombre en bicicleta se les cruza de repente y lo terminan atropellando.

En vez de atenderlo, prestarle primeros auxilios y llamar a Urgencias, los muchachos mueven el cuerpo hacia una zona menos visible y se apresuran a dejar “la escena del crimen”.

No contaban, sin embargo, con otro hombre, también en bicicleta, que pasaba detrás de ellos y vio el movimiento entre los matorrales. Este se aproximaba mientras los responsables se alejaban con destreza (sin notar que había testigos), pero alcanzó a memorizar la placa del vehículo, pues (como es moda) estaba iluminada por decenas de bombillitos de neón y hasta una LED para mejor claridad.

Pronto la policía cubría la zona y recibieron el chivatazo de la placa. Con solo ese dato, fueron hasta la casa del dueño del auto quien, horrorizado, se quitó el “muerto” (nunca mejor dicho) de encima y delató al muchacho responsable. Cuando lo fueron a interrogar (y, posteriormente, a detener), ya el chico estaba vendiendo y recogiendo todo para irse del país con urgencia.

La muchacha, al ser de sangre azul, no estaba particularmente preocupada al respecto. Sin embargo, las cosas no se desenvolvieron como ella pronosticaba y terminó cumpliendo condena por el delito que había cometido.

“Papá X” se retiró permanentemente de sus actividades diplomáticas y se jubiló; coincidió su edad con tal bochorno. “Mamá X” sufrió, dicen, una crisis nerviosa por el suceso y ya rara vez sale a la calle.