La calles de La Habana huelen a orine y a nadie le importa…

Ines Sanz

Al habanero le debería dar pena que la capital cubana resulte ser una ciudad tan maloliente e insalubre, la que “huele a orina”, según un empresario español que quería abrir un hotel en la urbe, en todos sus rincones por la falta de higienización que el Gobierno le da a sus calles y por las cultura despreocupada y sucia de los cubanos.

En La Habana toda basurita va a parar en el mismo suelo, todo animal fallecido violentamente en algún ritual religioso va a parar en alguna esquina a la vista de todos, toda bolsa de basura va a parar a los mini basureros que se forman de manera espontánea en algún tramo de la calle, toda gana de miccionar o de defecar va a parar a cualquier lado, con eso sí que no hay vergüenza; no importa si La Habana es una de las 7 ciudades maravilla o si se arregló enterita para el festejo de sus 500 años, La Habana es una ciudad muy sucia.

El hombre de negocios ibérico se fue muy decepcionado de su viaje a Cuba, pese a que solo visitó los sitios más turísticos, y aseguró ver personas orinando en plena calle a cualquier hora, pisó charcos de orina y heces en más de una ocasión y el mal olor le resultaba insoportable. Alegó que perdió el interés en abrir un hotel en Cuba, no por el sistema político que rige al país, sino por la pésima higiene.

Los propios cubanos se quejan del mar olor, pero son los mismos que justifican estas acciones con la falta de baños públicos y de cestos de basura.

Pero el mal olor no se debe solo a las conductas irresponsables de los ciudadanos y a la falta de higienización que debería prestar el Gobierno con cierta regularidad, sino a las pobres instalaciones de tratamiento de desechos en muchísimos inmuebles e instituciones en la ciudad.

Los pasillos del edificio de Arte Universal del Museo Nacional de Bellas Artes, localizado en una de las zonas más turísticas de la urbe (el Parque Central de La Habana), se han convertido en el principal baño de la zona. Todas sus bellas columnas tienen manchas inamovibles de orina y sus pisos hay que pulirlos de cuando en vez. Los custodios aseguran que estas acciones en los pasillos no se pueden ni penalizar, porque, técnicamente, no forman parte del museo y, así, no constituyen afrentas en contra de un edificio patrimonial. También afirman que velar por que esto no pase es trabajo de la policía, pero se han divisado a muchos oficiales haciéndolo.

Entre las causas que destacan tanto los custodios como los transeúntes que se asfixian con el tufo que desprendan algunas esquinas habaneras, se encuentran la ausencia de baños públicos y la indisciplina social por sobre todo. Sin embargo, también resaltan la imposibilidad de encontrar un baño disponible en el horario nocturno.

Solo funcionan dos baños públicos en la capital distribuidos en el Vedado y Centro Habana respectivamente.

El mal estado en que se encuentran otros baños públicos ha sido motivo de muchos cierres, aunque no quiere decir que los abiertos no sufran tupiciones, problemas de plomería, falta de agua o de personal que los atienda en muchas ocasiones.

Los valores morales también son factor resaltado respecto al por qué de esta situación higiénica, pues a la gente le molesta a veces tener que pagar la ínfima cantidad que cuesta entrar a un baño de una cafetería o un baño público y escogen cualquier esquina para resolver la necesidad. Hay quienes tienen menos pudor, y en vez de una esquina, orinan en plena calle, detrás de un tanque de basura o de un poste, o hasta en la fachada de un edificio; cabe destacar que siempre son hombres pues la predisposición biológica facilita la micción pública en el sexo masculino.

Calles y paseos principales como Monte, San Rafael, Carlos III, Reina, Obispo, la Rampa, el Malecón no desprenden el olor que publicitan los spots del Ministerio de Turismo. Desafortunadamente, yv hasta que no haya alguna medida radical para prevenir el fenómeno, la pestilencia característica continuará aconpañando la vida de los habaneros y de todos los cubanos.