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La historia casi olvidada del encuentro del Che con Julio Lobo, el hombre más rico de Cuba en 1959

La historia detrás del encuentro entre el magnate Julio Lobo, conocido como “el rey del azúcar”, y Ernesto “Che” Guevara es fascinante y llena de matices. Durante el mandato de Guevara como presidente del Banco Central de Cuba, en plena época de expropiaciones, el 11 de octubre de 1960, el comandante citó a Lobo en su despacho. El objetivo de Guevara era retener y explotar el talento y la experiencia de Lobo para dirigir la industria azucarera del país, antes en gran parte propiedad del magnate, y ahora “de todos los cubanos”, es decir, del Estado.

Aunque Lobo esperaba lo peor, se vio sorprendido por la propuesta irónica de Guevara y, después de meditarlo, respondió: “Usted es comunista y yo soy un capitalista de toda la vida. No puede ser”. Según algunas crónicas, al día siguiente, al acudir a su despacho para recoger sus pertenencias antes de abandonar el país, un soldado le soltó la famosa frase: “Ahora le tenemos donde queríamos. ¡Está usted en pelotas!”. Lobo, sin embargo, respondió con otra frase que se ha hecho famosa en la isla: “Verá usted. Yo nací en pelotas, moriré en pelotas y algunos de los mejores momentos de mi vida los pasé en pelotas”.

Otras versiones biográficas, en cambio, omiten estos diálogos y refieren un final más discreto en el que Lobo pide más tiempo para meditar la oferta y, a los dos o tres días, abandona el país en avión, rumbo a Nueva York.

Sea como sea, Lobo dejó en Cuba la mayor de las fortunas allí acumuladas antes de la sublevación de Castro y los suyos, así como un inmenso patrimonio que involuntariamente pasó a formar parte de la revolución. El legado incluía una pinacoteca con cuadros de Rafael, Miguel Ángel, Da Vinci o Regnault, así como numerosos óleos y grabados de Goya. También poseía una riquísima biblioteca, porcelanas de Sèvres, bronces de Thomire y muchos documentos y objetos que pertenecieron a Napoleón, incluyendo un par de pistolas, un bicornio, una casaca y hasta un mechón de pelo o una muela.

Lo que queda de aquella colección de pertenencias del emperador francés forma hoy el grueso de los fondos del Museo Napoleónico de La Habana, con más de 7 400 piezas. El conjunto ocupa tres plantas de una casona construida a imitación de un palacio renacentista y que fue el hogar de Orester Ferrara, diplomático del gobierno de Gerardo Machado

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