Hubo un tiempo en que Tarará era el paraíso junto al mar. A solo 27 kilómetros de La Habana, este exclusivo reparto nació en 1912 y, con los años, se convirtió en un símbolo de lujo y modernidad. Para 1943, ya contaba con 525 majestuosas residencias, muchas con vista al océano y rodeadas de exuberante vegetación. De hecho, Tarará fue la primera urbanización cerrada de América Latina, un refugio para la aristocracia y la clase media cubana, que en los años 50 la eligieron como el lugar ideal para vacacionar.
Un Paraíso en Pleno Esplendor
Con playas de agua turquesa, piscinas cristalinas, un club de yates, campo de softball, minimax, bowling, autocine para 500 vehículos e incluso una iglesia, Tarará vibraba con vida. Era un sitio donde las risas de niños y adultos se mezclaban con el sonido del mar y las fiestas en sus lujosas residencias.
Pero todo cambió en 1959. Con la llegada de la Revolución, el destino de Tarará dio un giro radical. Las propiedades fueron nacionalizadas, y la ciudad se convirtió en la sede de múltiples proyectos: un hospital para niños con enfermedades crónicas, un campamento de pioneros donde generaciones de escolares disfrutaron sus veranos, e incluso un programa de recuperación para niños afectados por la tragedia de Chernóbil.
El Abandono de un Sueño
Con el paso de los años, lo que alguna vez fue un oasis de lujo y recreación, quedó sumido en el abandono. Las casas quedaron vacías, las estructuras se deterioraron y el bullicio de las fiestas y las vacaciones fue reemplazado por un silencio inquietante. La iglesia que una vez reunió a la comunidad ahora está desierta. La base náutica, el parque de diversiones y las piscinas, que dieron alegría a tantos niños, son solo ruinas de lo que fueron.
«Es muy triste ver cómo dejaron destruir una ciudad pequeñita, pero hermosa», lamenta un antiguo residente. «Viví allí dos años como estudiante, lo vi convertirse en campamento de pioneros y hoy solo quedan ruinas».
Otros evocan con nostalgia sus veranos en Tarará. «Me duele ver cómo la ciudad de los pioneros fue dejada a su suerte», dice alguien que pasó su infancia en sus playas. «Quería quedarme allí para siempre».
Un Destino Incierto
La gran pregunta es inevitable: ¿cómo un lugar tan privilegiado ha sido condenado al deterioro? Mientras miles de familias en la isla carecen de viviendas, las casas de Tarará se desmoronan sin que nadie las reclame.
Así, Tarará, el primer reparto cerrado de América Latina, se ha convertido en un cementerio de casas frente al mar. Un sitio donde todavía resuena el eco de lo que fue, pero donde cada día el olvido sepulta un poco más su esplendor perdido.