En tiempos donde muchos cubanos tienen que hacer malabares para llevar comida a la mesa, un pequeño gesto de solidaridad ha tocado el corazón de la gente en Santa Clara. Un negocio de pizzas, ubicado en la calle Plácido, entre Independencia y Céspedes, ha decidido poner en práctica algo que escasea tanto como los alimentos: la empatía.
En un cartel discreto pero con un mensaje poderoso, la pizzería anuncia que ofrece bambinas –esas pizzas pequeñas que igual resuelven el hambre– totalmente gratis a quienes deambulan por las calles. Un detalle que, en medio de tantas dificultades, se siente como un respiro de humanidad.
La iniciativa no tardó en hacerse viral. La usuaria Yamila García compartió la noticia en el grupo de Facebook «Santa Clara en Instantáneas», destacando que en estos tiempos de crisis, donde la solidaridad parece un lujo, este acto se siente como «una obra de amor y caridad». Las reacciones no se hicieron esperar, y muchos agradecieron la acción de los dueños del negocio, quienes sin estridencias han demostrado que todavía queda gente buena en Cuba.
Un pedazo de pan en medio de la tormenta
La realidad cubana es dura. Precios por las nubes, salarios que no alcanzan, apagones, estanterías vacías y un éxodo masivo han dejado a muchos en el abandono. Personas mayores, madres solas, jóvenes que no tienen ni dónde caerse muertos… la calle se ha convertido en el último refugio de quienes han perdido todo.
Por eso, lo que hace esta pizzería no es solo un acto de generosidad, es una declaración de principios. En un país donde la palabra «solidaridad» aparece en los discursos oficiales, pero no en la vida cotidiana, este gesto marca la diferencia entre el olvido y la dignidad.
Este tipo de iniciativas, aunque pequeñas, demuestran que los cubanos todavía saben mirar al otro con compasión. Que en medio de la escasez y el desamparo, aún hay quienes entienden que compartir no es dar lo que sobra, sino ofrecer lo que se tiene con el corazón.
El régimen y su narrativa: la culpa es de las drogas
Mientras la gente en la calle busca sobrevivir y algunos negocios muestran humanidad, el gobierno sigue apostando por mirar para otro lado.
Recientemente, un reportaje en Canal Caribe intentó explicar el aumento de personas sin hogar en Cuba, pero sin mencionar la crisis económica, la inflación o el desempleo. En cambio, la historia oficial pone el foco en las adicciones, como si la pobreza y el hambre fueran culpa exclusiva de quienes la padecen.
La periodista Talia González reconoció que ver a tanta gente deambulando es «doloroso», pero enseguida el guion cambió. Según las autoridades, la indigencia en Cuba responde a tres factores principales: ancianos abandonados por familiares que emigran, personas que lo pierden todo intentando escapar del país y adictos.
El problema con este discurso es que omite lo fundamental: un país donde los sueldos no alcanzan ni para lo básico, las oportunidades son un espejismo y el hambre toca cada vez más puertas, inevitablemente verá más gente en las calles.
Hasta Belkis Delgado, directora de Prevención Social, tuvo que admitir que el Estado no tiene cómo enfrentar el problema. La «reinserción» de estas personas en la sociedad es prácticamente inexistente. No hay políticas efectivas, ni albergues suficientes, ni recursos para atender a quienes han sido abandonados por el propio sistema.
Mientras tanto, las calles siguen llenándose de rostros cansados, cuerpos desgastados por el hambre y la desesperanza de quienes ya no tienen ni una cama donde dormir. Cuba se cae a pedazos, y el régimen prefiere culpar a las drogas antes que reconocer su propio fracaso.
Y en medio de todo este panorama, un negocio en Santa Clara sigue ofreciendo una pizza a quienes no tienen nada. Porque, al final, la verdadera solidaridad no se proclama en discursos, sino que se demuestra en actos.